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domingo, 11 de octubre de 2015

Los salones de la vergüenza, Omar González



Por Omar González Moreno, 08/10/2015

Uno de los efectos más perverso de la crisis provocada en Venezuela por el régimen madurista tiene lugar en las escuelas públicas, tanto de las grandes ciudades como de los pequeños pueblos, donde la pobreza clavó sus dientes y dejó casi vacios los salones de clases.

Más de la mitad de los niños en edad escolar han abandonado los estudios y lo mismo sucede en los liceos y universidades oficiales por motivos que, la historia de Venezuela y sus ciudadanos, algún día tendrán que registrar con vergüenza, por no haber hecho lo suficiente para impedir ese desastre.

La causa de esta masiva deserción escolar no es la abulia de los jóvenes, ni la falta de maestros, ni el deterioro de los planteles, ni la repitencia; todo lo cual también coexiste en esta Venezuela que una vez fue prospera y que ahora es miserable por obra y gracia de la cuerda de bandidos que se encaramó en el poder.

La razón fundamental por la que más de la mitad de los niños venezolanos en edad escolar no se incorporan a clases es porque sus padres no pueden comprar los útiles ni los uniformes y, en un acto criminal, el programa de alimentación escolar, el PAE que al menos les brindaba una comida al día a los niños pobres, también fue paralizado por el gobierno.

Cierto es que en esta Venezuela aplastada por la bota militar, bajo el mando de un civil que más bien parece una veleta roñosa, todos los problemas son urgentes: escasez, inseguridad, corrupción, desempleo, apagones, falta de agua potable, impunidad, trafico de drogas y pare usted de contar; pero lo que sucede en las escuelas, liceos y universidades es el peor daño que se la ha podido hacer al porvenir de nuestra patria.

La desbandada de alumnos de los institutos oficiales, según reportan los mismos educadores, se debe a que una familia venezolana tiene que gastar más de 50 mil bolívares en útiles y uniformes para que cada muchacho pueda asistir a clases; es decir, siete salarios mínimo, y simplemente no los tiene.

Así será de honda la miseria en la que se encuentra la mayoría de los hogares venezolanos y tan grande la deserción escolar que se registra por esta causa, que el propio Ministerio de Educación tuvo que sacar una resolución en Gaceta Oficial, mediante la cual elimina la obligación del uso de uniformes y los útiles escolares, en un intento desesperado para evitar que se vean los salones de la vergüenza.

Esto quiere decir que, el régimen madurista, en lugar de buscarle una solución a este gravísimo problema, decidió que los niños pueden ir al colegio descalzos, sin cuadernos, sin lápices, sin libros, con hambre, comiendo piedras como recomendó un gobernador oficialista, ir a pié entre perros sarnosos, piojos y basura; porque ni siquiera hay agua ni jamón, pero eso sí rindiéndole honores al comandante supremo, a la bandera de ocho estrellas, al escudo del caballo con el pescuezo torcido a la izquierda y a los retratos de los nuevos héroes de la patria Fidel Castro y el Che Guevara.

No se le ocurrió, por ejemplo, repatriar los 300 mil millones de dólares que una macollita de militares y civiles encaramados en el poder se robaron de las arcas públicas en la época de la bonanza petrolera y que mantienen a buen resguardo en los llamados paraísos fiscales; es decir, en los bancos de Andorra, Suiza, Panamá, Islas Caimán, Rusia, China, Vietnam y países árabes.

Tampoco les pasó por la mente dejar de comprar la chatarra militar que le venden los llamados perros de la guerra para no quitarle su respectiva comisión a los altos mandos con charreteras, por la adquisición de aviones, helicópteros, misiles, barcos, tanques, baterías antiaéreas y cuanto cachivache deje una lucrativa ganancia, así no sirvan para nada y se usen solo en los desfiles que montan para meterle miedo a la población.

En el caso de los estudiantes de secundaria y de las universidades, a todos estos elementos desalentadores, se le añade la percepción de que en Venezuela el estudio y una carrera profesional no son los medios para salir de la pobreza, ya que un “bachaquero”, buhonero o moto taxista gana más que un médico, ingeniero o profesor universitario. Entonces, ¿para qué van a estudiar?...Para qué?, se preguntan los jóvenes venezolanos, cansados de esta comedia que abominan, el llamado Socialismo del Siglo XXI.

Escuelas, liceos y universidades convertidas en muladares, las colas del hambre, la oscuridad y el agua transmutada en artículo de lujo son los símbolos del régimen madurista, aunque todavía exista gente que no puede ni darse cuenta de que la esclavitud en que la mantienen, tiene su caldo de cultivo precisamente en la ignorancia.

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