Por Omar González Moreno, 08/10/2015
Uno de los efectos más perverso de la crisis provocada en Venezuela por
el régimen madurista tiene lugar en las escuelas públicas, tanto de las grandes
ciudades como de los pequeños pueblos, donde la pobreza clavó sus dientes y
dejó casi vacios los salones de clases.
Más de la mitad de los niños en edad escolar han abandonado los
estudios y lo mismo sucede en los liceos y universidades oficiales por motivos
que, la historia de Venezuela y sus ciudadanos, algún día tendrán que registrar
con vergüenza, por no haber hecho lo suficiente para impedir ese desastre.
La causa de esta masiva deserción escolar no es la abulia de los
jóvenes, ni la falta de maestros, ni el deterioro de los planteles, ni la
repitencia; todo lo cual también coexiste en esta Venezuela que una vez fue
prospera y que ahora es miserable por obra y gracia de la cuerda de bandidos
que se encaramó en el poder.
La razón fundamental por la que más de la mitad de los niños
venezolanos en edad escolar no se incorporan a clases es porque sus padres no
pueden comprar los útiles ni los uniformes y, en un acto criminal, el programa
de alimentación escolar, el PAE que al menos les brindaba una comida al día a
los niños pobres, también fue paralizado por el gobierno.
Cierto es que en esta Venezuela aplastada por la bota militar, bajo el
mando de un civil que más bien parece una veleta roñosa, todos los problemas
son urgentes: escasez, inseguridad, corrupción, desempleo, apagones, falta de
agua potable, impunidad, trafico de drogas y pare usted de contar; pero lo que
sucede en las escuelas, liceos y universidades es el peor daño que se la ha
podido hacer al porvenir de nuestra patria.
La desbandada de alumnos de los institutos oficiales, según reportan los mismos educadores, se debe a que una familia venezolana tiene que gastar más de 50 mil bolívares en útiles y uniformes para que cada muchacho pueda asistir a clases; es decir, siete salarios mínimo, y simplemente no los tiene.
Así será de honda la miseria en la que se encuentra la mayoría de los
hogares venezolanos y tan grande la deserción escolar que se registra por esta
causa, que el propio Ministerio de Educación tuvo que sacar una resolución en
Gaceta Oficial, mediante la cual elimina la obligación del uso de uniformes y
los útiles escolares, en un intento desesperado para evitar que se vean los
salones de la vergüenza.
Esto quiere decir que, el régimen madurista, en lugar de buscarle una
solución a este gravísimo problema, decidió que los niños pueden ir al colegio
descalzos, sin cuadernos, sin lápices, sin libros, con hambre, comiendo piedras
como recomendó un gobernador oficialista, ir a pié entre perros sarnosos,
piojos y basura; porque ni siquiera hay agua ni jamón, pero eso sí rindiéndole
honores al comandante supremo, a la bandera de ocho estrellas, al escudo del
caballo con el pescuezo torcido a la izquierda y a los retratos de los nuevos
héroes de la patria Fidel Castro y el Che Guevara.
No se le ocurrió, por ejemplo, repatriar los 300 mil millones de
dólares que una macollita de militares y civiles encaramados en el poder se
robaron de las arcas públicas en la época de la bonanza petrolera y que
mantienen a buen resguardo en los llamados paraísos fiscales; es decir, en los
bancos de Andorra, Suiza, Panamá, Islas Caimán, Rusia, China, Vietnam y países
árabes.
Tampoco les pasó por la mente dejar de comprar la chatarra militar que
le venden los llamados perros de la guerra para no quitarle su respectiva
comisión a los altos mandos con charreteras, por la adquisición de aviones,
helicópteros, misiles, barcos, tanques, baterías antiaéreas y cuanto cachivache
deje una lucrativa ganancia, así no sirvan para nada y se usen solo en los
desfiles que montan para meterle miedo a la población.
En el caso de los estudiantes de secundaria y de las universidades, a todos
estos elementos desalentadores, se le añade la percepción de que en Venezuela
el estudio y una carrera profesional no son los medios para salir de la
pobreza, ya que un “bachaquero”, buhonero o moto taxista gana más que un
médico, ingeniero o profesor universitario. Entonces, ¿para qué van a
estudiar?...Para qué?, se preguntan los jóvenes venezolanos, cansados de esta
comedia que abominan, el llamado Socialismo del Siglo XXI.
Escuelas, liceos y universidades convertidas en muladares, las colas
del hambre, la oscuridad y el agua transmutada en artículo de lujo son los
símbolos del régimen madurista, aunque todavía exista gente que no puede ni
darse cuenta de que la esclavitud en que la mantienen, tiene su caldo de
cultivo precisamente en la ignorancia.
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