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sábado, 10 de octubre de 2015

GALLINAS, HUEVOS Y POSTURAS por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


En pocas semanas de este año, el cartón de huevos, ese empaque con treinta unidades del nutritivo óvalo gallináceo, pasó largo de los 800 bolívares en algunas partes, de los 900 en otras y no se necesita ser un experto o clarividente para darse cuenta que en pocos meses romperá en todo el país el cascarón de los mil bolívares, un poco menos de la séptima parte del salario mínimo. 


Muchas son las comparaciones que en esta hora menguada se hacen para mostrar de la manera más gráfica la pérdida del poder adquisitivo de los venezolanos, hoy bajo el flagelo de un proceso inflacionario que de subir al escalón de la hiperinflación, para lo cual dicen que está servido el escenario, afectará en primer lugar el rubro de los alimentos, la sacrosanta e indispensable papa, sin la cual no es posible mantenerse pateando la corteza de este acontecido planeta.

Con un mes de pensión, por ejemplo, puede usted comprar seis kilos de caraotas, pero póngale cinco, para que quede al menos para los aliños y el arroz, si es que decidiera comprarlo a Bs. 300, como lo ofertan los agalludos bachaqueros en la redoma de Petare.

Pero como no sólo de caraotas vive el hombre, supóngase que se compra sólo tres kilos de negritas, para que pueda adquirir también un pollo y un cartón de huevos. Se tendrá una dieta más balanceada pero a todas luces insuficiente para que la familia no pase hambre.

Al final, y eso es lo que está ocurriendo, no quedará más remedio que todo cuanto ingrese se vaya en comida.

¿Y qué hacer con el resto de los gastos del hogar? Ah, ve usted, esa es la pregunta que hay que hacerle a la atolondrada cúpula en el poder que no cesa de hablar, ilusamente, de victorias aplastantes, cada vez más lejanas, y de cantarle full gloria eterna al difunto, pero no asoma el más mínimo plancito, no asoma una sola iniciativa para ir a la raíz del problema, su desquiciado modelo económico.
Lo extremo es que no haya ni siquiera una sola decisión para disminuir las cuantiosísimas pérdidas por el torrente de gasolina que se regala.

Hemos visto como en su momento los Estados Unidos o países europeos como España, Portugal, Italia, Irlanda y más recientemente Grecia han asumido acuerdos y estrategias para superar sus respectivas crisis económicas. Cabe preguntarse por qué el sino de Venezuela sea seguir en caída libre, cada vez a mayor velocidad y sin paracaídas.

¿Por qué nos ha tocado tan triste suerte? ¿Qué clase de gobierno es éste que no se conduele de sus conciudadanos y tiene tan poca valoración del registro que está dejando para la historia?

Uno está convencido, aunque no lo dirán nunca las estadísticas oficiales, de que hay muchísimos venezolanos pasando hambre. Bien porque aquellos alimentos que más frecuentaban la mesa de los más humildes, como la pasta o el arroz, han desaparecido, o si se avistan tienen una nube por anaquel, como ocurre con todos los granos, incluido el vulgar frijol que se ha puesto tan pretencioso.

Hemos aterrizado de barriga en la pobreza, después que muchos venezolanos a lo largo de las décadas habían salido de la miseria.

Tiempos de pobreza tan feroz hubo en algunas aldeas donde la familia que tenía una gallinita tanteaba con el meñique (no necesito decirle por donde) cuando venía una postura en camino. Y con esa certeza pedía fiado lo que se podía comprar con medio real, que era lo que valía el huevo: un centavo de café, otro de papelón, dos de maíz para tostar y una vela para alumbrar las tristes noches. Después pagaba con la ñema y agregaban otros días a la dura subsistencia.

Fíjese que un huevo de gallina vale Bs. 30 y con eso no se toma ni un café de barra. Ahí tenemos tal vez la medida de la caída.

Y de la otra gallina, aquella que llamaban “de los huevos de oro”, esa que permitió en Venezuela uno de los procesos de mayor movilidad social en el siglo XX, de esa ni hablar. De esa parece que no van a dejar ni el plumero. 

09-10-15




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