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viernes, 31 de julio de 2015

Un hombre con suerte, @Yedzenia



Por Yedzenia Gainza, 29/07/2015

Esta es solamente una de tantas historias que sirven para medir el marasmo en que está sumergida Venezuela. En días pasados Samuel (un venezolano como cualquier otro) escribió uno de esos mensajes larguísimos que no son más que el desahogo entre tanta desesperación. Sin un “hola” ni nada lo soltó todo como si no hacerlo lo asfixiara.

“Me quedé accidentado un día jueves a las seis de la tarde en la ciudad (por suerte). Transcurrieron más de dos horas y no llegaba la grúa del seguro. En vista de que eran las 5:30 e iban a cerrar el concesionario, decidí llamar una grúa por cuenta propia no sin antes haber llamado al concesionario y rogar para que autorizaran al vigilante a recibirme el carro a la hora que llegara. ¡Lo logré! Mi carro estuvo quince días para que me dieran un diagnóstico y la posible solución temporal mientras consigo el repuesto, porque como sabes, aquí un repuesto es poco menos que una fantasía. Buscando en el mercado negro quizás lo encuentre a un precio inalcanzable.

Retiré mi carro con la posible corrección, pero al rato noté que presentaba una falla al encenderlo. Llamé de nuevo al concesionario, me indicaron que llevara el carro de inmediato, pero no podía porque estaba en otra ciudad. De modo que regresé a casa sabiendo que al día siguiente con falla y todo debía ir de nuevo al mismo lugar, es decir, a jugármela a 50Km de distancia.

Estuve varado dos semanas, pues mi otro carro también está en reparación. No pude llevarlo tampoco un día después.  Llamé entonces el lunes y la respuesta es que de debo esperar una cita ¿Una cita? ¡Mi carro está en garantía! ¿cómo que una cita? Me planté allí el miércoles e hice lo único que parece funcionar: armar un escándalo. Y así fue, lo más pronto era el jueves 23, pero entre un jueves y “la nada” ya me sentía triunfador.


Aquí las colas en los talleres no hay ni que describirlas. La causa: no hay carros nuevos que comprar y los precios son astronómicos.  No es que las colas sean largas como las de la comida (que ya es bastante humillante tener que pasar por eso) sino las listas de las cuales depende la cita. Las colas varían en función del número de clientes que citen según la capacidad diaria.

Madrugué como un muchacho esperando entrar a un concierto de rock. Al ser el segundo en la cola conseguí que revisaran el carro, pero al final decidieron no recibírmelo porque faltaron tres de los cuatro técnicos –una cosa normal debido a que el 24 de julio era festivo, y en consecuencia, la excusa perfecta para hacer puente–. Sin duda, esa era la causa de la ausencia.

El absentismo laboral es descarado en todas partes. La gente, respaldada por una maldita ley de inamovilidad vigente desde hace años, abusa.  Nuevamente me ofrecen disculpas y no me quedó más remedio que aceptarlas con una nueva cita para el lunes 27 cuando repetí la operación: madrugonazo, cola, revisión, espera… Un día después al no tener respuesta llamé para saber qué pasaba. Nuevamente se disculparon porque otra vez habían faltado los técnicos (ahora debido a un paro de transporte).

Entre fallos, puentes y paro llevo casi un mes inactivo, lo que me convierte en uno de tantos con innumerables limitaciones para producir en Venezuela.  Eso también se nos confiscó mediante el esquema socialista, y  cada quien como mucho administra su paciencia según su estado de salud.

La reparación de mi carro cuesta 732 dólares. Sí, se dice en dólares porque cada día la moneda nacional está más devaluada, tanto que ni en un maletín de esos tan utilizados por estos corruptos cabrían tantos billetes. Esa es la realidad aquí, todo cuesta de acuerdo al único dólar del que se tiene noticia (el dólar paralelo) aunque solo tengamos bolívares para pagar. Desgraciadamente producimos bolívares, no dólares.

Si vinieras, verías que hay negocios cerrados en los centros comerciales. La explicación es sencilla: ganan más cerrados que abriendo a diario. Mientras no venden la mercancía se les revaloriza. Vendiendo pierden, y de paso tienen que afrontar los gastos de seguir manteniendo empleados que faltan cuando les da la gana, o pagando vacunas para no ser atracados.


Todo lo que aquí pasa o te pasa, todo, absolutamente todo es producto de este desgobierno. Hasta de un dolor abdominal no tienes a más nadie a quien culpar sino a ellos, porque si la comida que te generó el malestar fuera la adecuada, tú dolor abdominal quizás no existiría. Si pudieras conseguir la medicina apropiada para combatirlo, tu dolor abdominal sería una anécdota. Aquí no hay nada, esa es la verdad.

Si te detienes a pensar unos segundos cada vez que algo te ocurre, te das cuenta de que nuestra vida está programada según la ineptitud de estos sinvergüenzas que sólo sirven para destruir y robar.”

A pesar de todo Samuel tiene suerte: no lo asaltaron mientras esperaba la grúa, no se accidentó en la Autopista Regional del Centro, no le han robado un carro que sigue en garantía, no lo encañonaron en la cola. El repuesto cuesta un dineral, pero es probable que haciendo un gran esfuerzo pueda comprarlo. Incluso tiene un segundo automóvil en reparación. Sí, tiene suerte, podría estar muchísimo peor. Por desgracia, es lo único que se le puede decir para que no se hunda viendo la miseria que ha dejado a su paso la Revolución Bolivariana.


Yedzenia Gainza
@yedzenia

2 comentarios:

  1. Comparto en su totalidad el artículo la bendita ley de inamovilidad las 40 horas laborables a juro y los negocios cerrados venden mas a traves de mercado libre

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  2. La realidad del que depende del carro para trabajar

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