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miércoles, 1 de julio de 2015

Fecha y no mucho, @Urruchurtu



Por Pedro Urruchurtu, 29/06/2015

La semana que recién acaba de terminar comenzó con la noticia que muchos esperaban: la fecha de las elecciones parlamentarias. El día anunciado, 6 de diciembre, servirá para que los oficialistas hagan de esa fecha, la más viva fiesta rememorando la victoria de Hugo Chávez, ese mismo día pero hace 17 años. Desde el anuncio, todo pareciera ser la fecha. Eso y nada más.

Ciertamente hubo mucha presión para que la fecha de los comicios fuera anunciada, aunque el Consejo Nacional Electoral (CNE) sostenga que no admite presiones. Huelgas de hambre en todo el país, opinión pública internacional exigiéndolo y la crisis país cada vez más aguda, fueron elementos que coadyuvaron a que se anunciara. Ahora bien, ¿podemos decir que el mayor logro es haber obtenido la fecha?

Hay que tener mucho cuidado cuando se celebra esto. Por supuesto, saber la fecha ya coloca un límite y hace real la posibilidad de medirnos y obtener una victoria. El asunto es que sólo exigir fecha de elecciones puede ser peligroso. El gobierno tiene a su alcance anunciar la fecha (la que le convenga) pero no tendrá a bien ceder ante condiciones que le dan claro ventajismo durante el proceso previo, sin contar con las vulnerabilidades del sistema electoral que se comprueban el día de la elección.

Decir que hay fecha para el cambio y no procurar garantizar las condiciones óptimas para que ese cambio pueda darse y cobrarse, es como quien tiene fecha de pena de muerte. Hay mucho por hacer aún y la simple fecha no basta. Un anuncio burocrático no es garantía de triunfo, mientras que exigir las condiciones para ir a esa elección, puede ser no sólo garantía de cambio sino también de transición hacia la democracia.

El CNE, por ejemplo, ha sido muy claro: la misión de observación electoral que velará por el proceso será la de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), una instancia política sin conocimiento técnico sobre procesos electorales. Por su parte, la Unión Europea (UE) y la Organización de los Estados Americanos (OEA), han manifestado su interés en participar como observadores, toda vez que ellos tienen conocimiento técnico en acompañamiento electoral. Desde que fueron publicados sus informes con respecto a las dudas del sistema electoral venezolano, fueron desplazadas. Sin observación electoral calificada y plural, es imposible ante el mundo cobrar un triunfo. No necesitamos un club de amigos del régimen, necesitamos vigilantes del voto ciudadano.

Como ésta, son muchas más las condiciones que deben exigirse. Por ejemplo, auditoría y depuración del Registro Electoral, eliminación de captahuellas, restablecimiento de cuadernos físicos y que no sean electrónicos, conteo manual en las mesas, regulación de fondos públicos durante la campaña, y un sinfín de cosas que hoy brillan por su ausencia en gran parte del espectro opositor que dice querer cambiar dejando todo como está.

No voy a caer en el debate de la votación masiva. No dudo que la gente va a votar contundentemente y no dudo que muchos votos son cruciales. Pero no es lo único, y lo que sí debe preocuparnos es que sólo nos dicen que votando el cambio está garantizando. Tímidamente mencionan que debemos organizarnos pero no nos dicen respecto a qué. En ese mar de dudas, el triunfo se ve borroso y a veces inalcanzable. Confundir exigencia con abstención es tan insensato como quien compite sabiendo que el árbitro le va en contra y no dice nada para cambiar eso. Acepta perder el juego.

El otro asunto es que no sólo se trata del día de la elección y de la campaña. Va mucho más allá, y es allí donde también debemos reflexionar. El régimen se mueve en dos arenas; una, que se concreta el día de la elección y de la cual debemos cuidar nuestros votos y el triunfo (insisto, exigiendo condiciones), que es el fraude; y la otra, que es durante todo el proceso previo a la elección, desde antes o después de anuncios de fecha, etc., que es la trampa (entendida como ventajismo).

Cuando usted revisa los medios de comunicación nacionales, se encontrará con amplia gama de propaganda oficialista, haciendo apología al uso del sistema electoral y denotando un claro abuso de los recursos del Estado en función de un solo sector. El mismo día del anuncio de la fecha, al instante, se desarrollaba un acto proselitista del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de cara a sus elecciones primarias y a las parlamentarias (doble mensaje). Cosas como esas constituyen la trampa, el ventajismo. Y nadie dice nada, todos prefieren decirnos que lo que importa es ir a votar el 6-D.

Lo mismo ocurre con el fraude. Está comprobado que es posible y que lo han hecho. No sólo por el sistema que es vulnerable, sino también por los incidentes que se ven el día del proceso (voto asistido, cédulas múltiples, colectivo hostigando, y pare usted de contar).

En ese contexto, exigir condiciones para por exigirlas antes, durante y después del proceso. Pasa por denunciar el ventajismo y el fraude, pasa por prepararnos de verdad para lograr un cambio. El asunto es que un sistema viciado, con clara tendencia favorable al régimen, no recibe las críticas necesarias porque eso se confunde con abstención. Seguimos pensando en chantajes y lugares comunes. Esto debe hacernos reflexionar.

Muchos dirán que así hagan trampa, la presión social hará que reconozcan… La pregunta que toca hacerse es: ¿Acaso no vivimos eso ya? ¿Acaso no ganamos y prefirieron dejar todo así? ¿Quién garantiza que hoy será distinto? Como lo he sostenido reiteradamente, usted puede ser demócrata y tener claras sus convicciones de lucha democrática, pero debe prepararse para enfrentar a un régimen que no es democrático y que sólo usa esa careta para legitimarse, y por eso los hemos legitimado a lo largo del tiempo. Conciencia democrática para enfrentar lo no democrático hace falta, y mucha.

Sabemos que esta será seguramente una campaña atípica, hiperactiva, de mucho pulso. Pero nada de eso servirá para concretar un cambio, si no estamos conscientes de todo lo que hay que hacer para garantizarlo. El gran problema es que no están conduciendo a un camino en el que votar es sólo eso: un acto, donde el voto no elige, donde el voto sólo legitima algo que decimos que debemos derrotar, y eso pasa por no exigir las condiciones ni prepararnos para la magnitud del proceso y, sobre todo, de tener conciencia frente a qué nos enfrentamos. Sin exigir condiciones para frenar la trampa y el fraude, sin exigir lo mínimo para de verdad hablar de cambio, sólo terminaremos legitimando, una vez más, a los que decimos que derrotaremos. Es momento de no caer en esa trampa y de ver este proceso como lo que puede significar pero sólo si nosotros le damos la magnitud y la claridad necesaria. Por ahora, sólo tenemos fecha y no mucho.


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