Por René Núñez, 10/05/2014
Una de las fortalezas políticas con que cuentan los ciudadanos en
democracia es la del derecho al voto. Mientras más consciente, objetivo y
responsable se ejerza y no se tome como un acertijo; mayores posibilidades
existirán para tener mejores gobiernos y mejores legisladores. Sí haciéndolo
con sentido común y racional los elegidos nos llegaran a defraudar, la
democracia ofrece la alternativa de castigarlos políticamente en la próxima
convocatoria electoral por sus gestiones maulas. Votar siempre ha de ser una
responsabilidad de los electores para insistir y procurar lo que debe cambiar
en el país.
La democracia funcional descansa fundamentalmente en tres poderes: el
ejecutivo, el legislativo y el judicial. Acá en Venezuela “más papistas que el
papa”, los constituyentes del 99 adicionaron dos: el electoral y el
moral. A final de cuentas y burlándose del espíritu de estos legisladores
efímeros, el régimen de turno no desperdició tiempo después para alinearlos y
subordinarlos a otro poder “imaginario” de carácter supranacional no previsto
en la Carta Magna, el de la revolución; cuya coordinación está bajo las égidas
del poder Ejecutivo. Aquí está la causal madre de la grave crisis de país que
se viene padeciendo y que cada día se hace más incontrolable y perturbadora del
quehacer venezolano.
A los venezolanos y venezolanas se nos vuelve a presentar otra
oportunidad electoral propicia para contener los desequilibrios y las
inestabilidades que viene produciendo el modelo centralista en marcha,
destructor de la institucionalidad, y controlador de la vida integral de los
ciudadanos. Esa ocasión la ofrece las próximas elecciones parlamentarias; para
mí, una de las más importantes del sistema de libertades por cuanto descansa en
el parlamento nacional la salvaguardia de la separación de poderes, que en
estos momentos se adolece en Venezuela.
No hay razón alguna para que jóvenes y mayores no ejerzan su derecho al
voto en estos comicios legislativos. Alcanzar la mayoría calificada en la
Asamblea Nacional (AN) ha de ser un reto de partidos, dirigentes y votantes
democráticos. Hay una necesidad de restablecimiento del orden, la
gobernabilidad y la independencia de los poderes públicos. Estas son
responsabilidades de la actual AN; a las cuales renunció desde hace 16 años con
el otorgamiento de plenos poderes al presidente de turno. La mayoría calificada
de los diputados del oficialismo no les ha dado la gana de habilitar las
facultades constitucionales para controlar la gestión pública; garantizar la
independencia y transparencia en la escogencia de rectores de los poderes
públicos, la convivencia social, la productividad, las libertades, el respeto a
la propiedad ajena y los derechos humanos.
Para revertir la insuficiencia democrática se requiere que todos y cada
uno de los ciudadanos y ciudadanas de este país, hoy más que nunca, hagan del
poder del voto su mejor instrumento para desaplicar un modelo de gobierno cuyas
políticas públicas no están dando respuestas a las necesidades básicas de la
gente como son las de: alimentación, seguridad, salud, empleos decentes y
servicios públicos eficientes. Además por no asegurar un trato igual a la
población en la aplicación de leyes y administración de justicia.
Muchas de las personas que piensan renunciar a votar en estas
elecciones, están atiborradas de quejas y reclamos, entienden que hay problemas
que solventar en el país; sin embargo, están cayendo en el desinterés total
ante un proceso tan importante como este, y eso es un craso error. Ya se
cometió uno en el 2005 cuando la dirigencia de los partidos de oposición
decidieron no participar en las elecciones legislativas de ese año; resbalón
democrático por el cual hoy estamos como estamos en lo político, lo económico y
lo social. Renunciar a ese derecho es convertirse en cómplice de lo que se
critica. Con esa postura no se aporta absolutamente nada a la posibilidad de
cambio de rumbo de la patria y recuperación de la democracia. Por el contrario
se relegitima el “status quo revolucionario”
No es hora de la rendición ni del cansancio. La capitulación no es una
solución inteligente cuando uno es el afectado y cuenta con el poder de
transformar las cosas en positivo. Los grandes cambios en la historia de los
pueblos, resultaron de una toma de conciencia colectiva de sus miserias después
de múltiples sacrificios, esfuerzos y trabajo. Hora de asumirlo.
La recuperación del país no termina con una victoria legislativa de la
oposición, apenas el primer paso. La Venezuela cortoplacista, rentista
petrolera, ineficiente, viciada y corrupta debe cesar sin dilación. Sustituirla
por una de planeación a corto, a mediano y a largo plazo; inclusiva y
sustentable, ha de ser compromiso de todos. No tenemos otra arma más efectiva y
temible que el VOTO, ejerzámoslo.
Presidente del Ifedec, capítulo Estado Bolívar
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Por Onda 97.3fm de 9 a 10.30 am, de lunes a viernes, en CAMBIO 973 en
Puerto Ordaz, Guayana
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