Por Rafael Hernández, 08/05/2015
Muchas veces, cuando leemos de Economía Social, creemos que esas son cosas
de los países desarrollados, o de otros países. No hemos verificado la cantidad
de ejemplos con que nos topamos diariamente, ejemplos de una realidad existente
en Venezuela desde hace mucho.
No vamos a entrar en los mundos del cooperativismo venezolano. Muchas
veces y varios de los que escribimos en “Economía Social y Transformación”
abordamos esa realidad pues es parte de una opción de vida: el movimiento
cooperativo.
Una de las realidades con que nos topamos a cada rato en la realidad
venezolana. Las organizaciones civiles
de transporte de pasajeros.
Estas organizaciones son de un mundo intermedio, no son organizaciones
de un dueño, patrón, individual. Tampoco es una organización que pertenece al
gobierno en cualquiera de sus niveles: municipal, regional o nacional. No.
Estas organizaciones son propiedad de un conjunto de trabajadores reunidos para
prestar un “servicio público”. Una
ruta.
De ahí hacia abajo encontramos distintos resultados. Con avance, sin
avance. (Qué es un avance: una persona que trabaja la unidad de otro y paga una
cantidad de dinero diariamente al dueño). Organizaciones con Fondos Colectivos,
que apoyan a los asociados en casos de: enfermedad, ahorro, reparación del
vehículo, repuestos. Organizaciones con talleres propios.
¿Quién dirige estas organizaciones? Cualquiera de los asociados que reúne una votación
mayoritaria en las Asambleas de Socios. ¿Quién
decide sobre los destinos de los fondos? Depende el monto. Montos grandes,
si lo establecen los estatutos, debe discutirse en una Asamblea de Socios. En
otros casos, montos menores, queda facultada la “directiva” para disponer de
ellos. En muchos casos, estas organizaciones tienen un cuerpo de vigilancia de
los orígenes y destinos de los fondos recolectados entre los asociados.
Contraloría, dirían otros.
En muchos casos los vecinos, la organización de transporte y el
gobierno nos hemos sentado para discutir asuntos relacionados con el servicio, calidad
de los vehículos, monto de las tarifas. Desde
hace tiempo, estas organizaciones andan en una crisis estructural. Congelación
de tarifas. Competencia ruinosa con empresas paralelas promovidas por cualquier
nivel de gobierno.
Competir contra vehículos nuevos, sin valoración del costo verdadero
del servicio. Cuando estos vehículos públicos se deterioran pasan a formar
parte de inmensas cantidades de vehículos inservibles propiedad del estado,
concentrados en todo el país. Esa es parte de la realidad con la que se topan
estas entidades, competir contra un Estado que no le interesa cuánto cuesta el
servicio, sino mantener una ilusión de armonía económica que no existe en la
realidad.
¿Por qué hablamos de este tipo de organizaciones? Porque,
desgraciadamente, hay personas que cuando hablan de democratización de la
actividad económica, no reconocen este tipo de entidad. Porque hay
“democratizadores” en el gobierno que lo único que hacen es darle más y más
poder a una organización central, nacional, burocrática, dejando de lado las
múltiples expresiones de la Economía Social que existe desde mucho, mucho antes
que la aparición de una visión “democratizadora” para atrás, que impide que los
ciudadanos seamos menos dependientes de nadie.
Al contrario, nos quieren haciendo colas y rogando que llegue el
producto necesario, que ellos no han sabido producir ni distribuir. ¡Viva la
Economía Social!
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