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sábado, 9 de mayo de 2015

Importadores malversan millones en Venezuela y hunden la economía, por William Neuman y Patricia Torres

William Neuman y Patricia Torres 6 mayo de 2015

Las máquinas para cortar cesped costaron $12.300 dólares. Cada una.

Y la maquinaria para procesar pollos costaba $1.8 millones. Cuando la policía la revisó, encontró un montón de chatarra oxidada.

Unos empresarios cobraron $74 millones de dólares por importar sustancias químicas y otros productos, aunque casi no traían nada.

Durante años, Venezuela ha tenido un agujero en el bolsillo, un agujero muy grande.

Un complejo sistema de divisas ha provocado complejas estratagemas de los importadores, que inflan desmesuradamente el valor de las mercancías traídas al país para recibir dólares a tasas de cambio bajísimas. En ocasiones falsean los envíos y no importan nada. Después se embolsan los dólares que les proporciona el gobierno, o venden una parte con ganancias gigantescas en el mercado negro.
De esta manera se han drenado miles de millones de dólares de la tesorería venezolana, dólares necesarios para importaciones vitales, aseguran los funcionarios; la pérdida resulta particularmente dolorosa ahora.

Con la estrepitosa caída del precio del petróleo, la principal exportación de Venezuela, el banco central de la nación informó la última semana de abril que las reservas de divisas extranjeras – esenciales para el comercio internacional y el pago de la deuda – estaban en su nivel más bajo en doce años.

Esto produjo un raro acuerdo entre la izquierda y la derecha venezolana, que exigen que alguien rinda cuentas por los miles de millones de dólares desvanecidos.

“Es escandaloso”, afirma Víctor Álvarez, economista de izquierda y ministro del gobierno de Hugo Chávez, el ex presidente que falleció en 2013. “Es semejante al saqueo al que fueron sometidos nuestros pueblos en la época de la conquista y de la colonia cuando se llevaban las riquezas de oro y de plata por toneladas.”

Durante los años de auge de los precios altos del petróleo, poco se hacía por detener los miles de millones de dólares que desaparecían en virtud de la corrupción y el fraude.

Pero ahora, con el país en una profunda crisis económica marcada por la recesión, una inflación atroz y escasez de productos, como leche, condones y champú, los miles de millones faltantes son particularmente conspicuos.

En muchas tiendas, los anaqueles están vacíos y la gente espera en fila durante horas para comprar productos básicos, en una crisis agravada por los años de hemorragia financiera a través del fraude en las importaciones.

“Tomando en consideración el comportamiento de los precios del petróleo, son recursos que en este momento hacen falta”, afirma Ricardo Sanguino, legislador del partido gobernante designado por el presidente Nicolás Maduro para encabezar una comisión que investigue el fraude.

Los cálculos del fraude de las importaciones varían, pero Edmée Betancourt, ex gobernadora del banco central, ha dicho que hasta $20.000 millones de dólares de los $59.000 millones destinados a importar productos en 2012 desaparecieron debido a transacciones fraudulentas.

Una empresa de consultoría, Ecoanalítica, calculó que de 2003 a 2012 fueron robados $69.500 millones mediante importaciones fraudulentas. Agregó que 20 por ciento de las importaciones declaradas por compañías privadas han sido falsas, mientras que 40 por ciento de las importaciones realizadas por agencias gubernamentales y empresas del gobierno habían sido fraudulentas.

Las trampas han sido tan abundantes que los exportadores en una zona de libre comercio en Panamá facturaron $1.400 millones de dólares en envíos a Venezuela. Sin embargo, funcionarios panameños aseguran que de esa cantidad $937 millones fueron un fraude: compañías que facturaban productos inexistentes.

En el corazón del fraude de importaciones está el control de divisas del país, impuesto en 2003 por Chávez. Los controles se basan en parte en la noción populista de que ofrecer a los importadores dólares baratos, esencialmente subsidiados por el gobierno, se traduce en bienes importados baratos para las masas.

Pero los economistas advierten que los controles generan enormes incentivos para el fraude.

“Hay muchos multimillonarios venezolanos gracias a este sistema”, aseguró un importador de ropa, alimentos, medicamentos y otros productos, que habló a condición de quedar en el anonimato. Agregó que normalmente él solo recibía 10 por ciento de lo que alegaba estar importando.

Venezuela depende enormemente de las importaciones en materia de alimentos y otros productos básicos, así como de materias primas para fabricar muchos artículos. Pero los exportadores en el extranjero no quieren hacer negocios en bolívares, la divisa venezolana. Quieren dólares u otra divisa extranjera, como euros.

Así pues, en Venezuela, los importadores obtienen la autorización del gobierno para importar un producto y después hacen la solicitud ante la agencia de control de divisas para adquirir los dólares necesarios para pagar el envío del exterior.

El sistema rebosa de oportunidades para los abusos, siendo el principal las facturas enormemente infladas.

En el caso de las máquinas para cortar cesped, dos compañías importaron 88 por una factura total de más de un millón de dólares, según documentos del gobierno. Las compañías afirmaron que cada máquina costaba hasta $12.300, aunque los investigadores encontraron que artículos semejantes se vendían por tan solo unos cuantos cientos de dólares.

En otro de los casos documentados, una compañía que importaba equipo agrícola declaró el costo de una máquina para desgranar mazorcas en $477.750, cuando su verdadero precio es de unos $2900 dólares.

Tales maniobras significan ganancias automáticas, que se multiplican una vez que el dinero pasa por el mercado negro.

Un importador puede comprarle al gobierno la divisa estadounidense por tan solo 6.3 bolívares por dólar; después se da la vuelta y obtiene hasta 280 bolívares por dólar en el mercado negro.

Los venezolanos llaman al proceso “la bicicleta”, pues puede dar vueltas indefinidamente, generando exorbitantes ganancias en ambas divisas.

Conforme se ha profundizado la crisis económica en los últimos meses, el gobierno ha reducido agudamente los dólares disponibles para los importadores, lo cual ha agravado la escasez pero no ha eliminado las oportunidades de fraudes.

“El negocio no es el negocio en Venezuela. El negocio está detras del negocio”, señaló el importador.

Explicó que es necesario pagar grandes sobornos, que pueden alcanzar los cientos de miles de dólares por acuerdo, durante cada paso del proceso para recibir el permiso de importar un producto, para conseguir la aprobación de las solicitudes de compra de divisa extranjera, para certificar importaciones fraudulentas y para que los dólares sean entregados.

Precisó que después de pagar los sobornos y otros costos, el importador puede terminar con un 60 por ciento de los dólares adquiridos del gobierno. Con frecuencia, la mercancía que es traída al país generalmente carece de importancia, señaló el importador, y muchas veces él la regala a oficiales militares o funcionarios del gobierno.

“Yo no controlo el sistema venezolano”, afirmó. “Solo soy parte de él. Si no lo hacemos, terminamos quebrados, mientras los demás se vuelven millonarios.”

Jorge Giordani, ex ministro de planeación y finanzas, despotrica frecuentemente contra el fraude que permea al sistema.

“Es un sistema que funciona como un colador”, explicó en una entrevista reciente.

Las dimensiones crean distorsiones en la economía regional.

En Ecuador, fiscales acusaron a tres empresarios venezolanos de usar una serie de empresas fantasma para recibir unos $74 millones por envíos inflados o inexistentes a Venezuela en 2013 y 2014.

Ese ardid contribuyó al colapso de un banco ecuatoriano que reportó pérdidas por decenas de millones de dólares. Los fiscales ecuatorianos sostienen que ha habido más fraudes que involucran a otras compañías, por un total de unos $150 millones de dólares en exportaciones fraudulentas a Venezuela.

Grandes montos del dinero desviado de Venezuela pasa por Estados Unidos. Las autoridades estadounidenses han identificado que el origen del falso equipo de procesamiento de pollos era una compañía de Florida.

Los fiscales ecuatorianos han rastreado millones de dólares transferidos a Estados Unidos por compañías involucradas en los fraudes de Venezuela.

Además, una investigación del departamento del tesoro de Estados Unidos divulgada en marzo puso al descubierto una banda de lavado de dinero que sacó de Venezuela $4.200 millones de dólares mediante estratagemas de importación y otros medios. Los investigadores determinaron que por lo menos $50 millones habían pasado por el sistema financiero estadounidense.

Maduro, el presidente izquierdista que fue elegido por un estrecho margen en el 2013, se encuentra bajo presión para atacar la corrupción en el gobierno.

En diciembre de 2013, Maduro nombró a una comisión para que investigara los fraudes de importación que, dijo, constituyen “un fraude contra la república”.

“Yo le voy a exponer al país la verdad de lo que sucedió ahí porque fue una vulgaridad”, afirmó Maduro.

Jesús Faría, miembro de la comisión y legislador del partido gobernante, declaró en una entrevista televisada el mes pasado: “Pudimos observar, en una muestra que se realizó con muy precarios recursos que trabajamos, que más de 250 empresas habían violentado la ley y que la fiscalía tenía en sus manos centenares de empresas que debían ser evaluadas e investigadas por estos casos. Sin embargo, no he observado que ninguna de esas empresas haya sido sancionada”.

Parece haber solo un caso penal en el que los fiscales han acusado de trasgresiones a un funcionario de alto nivel de la agencia de control de divisas.

El funcionario, Francisco Navas, fue arrestado en 2013 y está en espera de juicio. Fue acusado de lavado de dinero y conspiración por aceptar sobornos para autorizar pagos por millones de dólares a empresas por importaciones falsas. Según el testimonio de un vicepresidente de la agencia, Navas les cobraba a las empresas el equivalente de 46 centavos por cada dólar que autorizaba.

Su abogado, Alonso Medina, asegura que Navas es un chivo expiatorio, acusado para que las autoridades tengan a alguien “a quien responsabilizar ante la opinión pública”.



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