Moisés Naím 09 de mayo de 2015
La recuperación europea y el frenón de
las economías emergentes, temas principales de los encuentros del FMI y el
Banco Mundial
“Esta reunión marca el fin de la crisis
europea”, me dijo Ángel Ubide, un respetado economista que sigue de cerca la
evolución de la economía mundial. La reunión a la cual se refería se celebra
cada año en Washington. Ministros de Economía y banqueros de todos los países
convergen en los encuentros del Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial. Este foro es un buen barómetro de cómo la gente del dinero está viendo
la situación económica del planeta.
En esta reunión hubo varias sorpresas.
La primera es la recuperación europea. El consenso es que la economía de la
eurozona va a crecer un 2% este año gracias a un euro más barato que ha
estimulado las exportaciones, la masiva inyección de liquidez monetaria que ha
hecho el Banco Central Europeo y la bajada de los precios del petróleo. Pero lo
más importante es que ha desaparecido de la mente de inversores, banqueros y
empresarios el temor a un colapso económico de la eurozona. Así, según un
estudio de la consultora A. T. Kearney, de los 25 destinos preferidos por las
empresas para sus inversiones en todo el mundo, 15 están en Europa. Esta
perspectiva optimista contrasta con dos realidades. La primera es que para
muchos europeos esta recuperación es invisible, intangible e irrelevante. El
alto nivel de desempleo (la media europea es de un 11%) y los dolorosos
recortes presupuestarios hacen que para muchos sea difícil creer que la
recuperación económica está en marcha.
La segunda realidad es Grecia. Va a ir
mal. Y si bien su crisis va a ser traumática y afectará a Europa, pocos creen
ya que el hundimiento de Grecia y su eventual salida del euro lleven al fracaso
del proyecto europeo.
Para muchos europeos la recuperación es
invisible, intangible e irrelevante
Europa no es la única zona con buenas
noticias. Estados Unidos crece al 3%, India al 7,5% y este año Japón pondrá fin
a décadas de estancamiento. Y a pesar de estar plagada de crisis humanitarias,
conflictos armados e inestabilidad política, el África subsahariana también
tendrá en 2015 un desempeño económico superior al promedio mundial.
La economía china, en cambio, se
desacelera. En 2014 tuvo el menor ritmo de crecimiento en 24 años. El trimestre
pasado fue el peor en seis años. El gigante asiático está en una compleja
transición de un modelo de crecimiento basado en las exportaciones, el crédito
fácil y la abundancia financiera y fiscal a un esquema que apuesta más por la
inversión y por su mercado interno.
Estados Unidos crece al 3%, India al
7,5% y este año Japón pondrá fin a décadas de estancamiento
Pero China no es el único de los
mercados emergentes que causa preocupación. Rusia tendrá un muy mal año. La
caída de los precios del petróleo, las sanciones internacionales por sus
agresiones bélicas y la masiva fuga de capitales causada por la profunda
desconfianza en Vladímir Putin y su equipo han postrado su economía.
El otro gran país emergente que ha
pasado de ser una esperanza a ser visto como un mal ejemplo es Brasil. El
legado del presidente Lula da Silva (mucho crédito, mucho consumo, muchas
dádivas y poca inversión), combinado con las desastrosas políticas económicas
de Dilma Rousseff en su primer periodo, han llegado al inevitable desenlace: un
doloroso ajuste económico que pagarán desproporcionadamente los más pobres.
En general, América Latina se verá
afectada por la caída de los precios de las materias primas que exporta, aunque
los países ya debilitados por las malas políticas —Venezuela, Argentina,
Brasil— sufrirán más que el resto.
Una de las sorpresas es la importancia
macroeconómica —y global— que ha adquirido la corrupción. Obviamente, la
corrupción no es nada nuevo. Sí lo son sus magnitudes, su mayor visibilidad y
sus consecuencias globales, desde China a Chile.
En China, la lucha contra la corrupción
es —junto con la desaceleración de la economía— un tema central. El presidente
Xi Jinping lidera una purga de funcionarios, políticos y empresarios acusados
de corrupción. Ya hay más de 80.000 procesados y otros 100.000 están siendo investigados.
En Brasil, un gigantesco desvío de dinero público también está sacudiendo al
Gobierno. Aécio Neves, el rival de Dilma Rousseff en las recientes elecciones
presidenciales, se atrevió a declarar que la presidente ganó su reelección
gracias al crimen organizado, y que su grupo, el Partido de los Trabajadores,
empleó en la campaña dinero robado.
También son notorias las oligarquías que
han acumulado fastuosas fortunas gracias al constante y sospechoso apoyo que
tienen de los gobernantes de Rusia, Argentina y Venezuela, por solo mencionar
algunos ejemplos. Recientemente nos sorprendió que incluso Chile, un país que
históricamente no había sufrido los niveles de corrupción comunes en su región,
se ha visto sacudido por escándalos que salpican a líderes políticos de la
oposición y a la propia presidente, Michelle Bachelet. Así es. La corrupción no
es nada nuevo. Pero cuando llega a afectar al desempeño macroeconómico de un
país quiere decir que ha alcanzado magnitudes que sorprenden hasta a los
banqueros.
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