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sábado, 23 de mayo de 2015

¿Dolarización en Venezuela?, Miguel Méndez Rodulfo


Por Miguel Méndez Rodulfo, 22/05/2015

Actualmente hay una tendencia mundial en la que se reconoce el predominio de tres o cuatro monedas, en las transacciones comerciales internacionales, con especial preferencia por el dólar y el euro. Pareciera que a futuro el mundo se plegaría a uno de estos signos monetarios, lo que significaría la renuncia voluntaria a la moneda nacional, algo que seguramente no dejará de ser traumático por la connotación emocional que ello tiene, sobre todo en un país como el nuestro, en el cual la moneda corresponde a la imagen del Padre de la Patria. Por otra parte, la verdad es que hoy día nuestros egresos están calculados en dólares, a la tasa marcadora del Simadi, pero en sintonía con la tendencia del mercado paralelo; sin embargo, nuestros ingresos están establecidos en bolívares. De manera que sufrimos un empobrecimiento brutal, por vía de la devaluación y la consecuente inflación.

Los que favorecen la dolarización en Venezuela, argumentan no sólo el éxito de Ecuador, sino también el ejemplo de El Salvador y la larga historia de Panamá con el Balboa, equivalente al dólar americano (y de que incluso el istmo carece de Banco Central), sino que también agregan que el BCV es una institución relativamente reciente, de hecho creada en 1939, y que con anterioridad bancos privados como el Comercial, Carabobo, Venezuela, Maracaibo o Caracas, emitían los billetes de circulación nacional y el país funcionaba bien. Los críticos del manejo monetario del BCV, advierten que los miembros de esa institución son los únicos “alquimistas” capaces de convertir una resma de papel en miles de billetes de la más alta denominación, lo que sobre simplificando significaría, en última instancia, la esencia de la política monetaria. Argumentan que férreas dictaduras como las de Guzmán o Gómez no presionaron a los bancos privados para manipular la moneda, como sí lo ha hecho este régimen con el BCV. Los partidarios de la dolarización no la venden como la panacea que resolverá todos los males de la economía, pero si aseguran que con seguridad se acabará con la devaluación e inflación, lo que constituye el principal motivo que nos licua los ingresos.

Los que adversan la dolarización, por su parte, argumentan que se perdería el efecto del “señoreaje” o sea el derecho a imprimir dinero lo que constituye para el emisor una fuente de ingresos, por lo cual habría una disminución de entradas para el fisco; que el BCV no podría auxiliar al sistema financiero en caso de una crisis, porque se renunciaría al rol de prestamista de último recurso; que no se debe dejar al BCV sin el manejo de la política monetaria, por cuanto de allí en adelante sería la Reserva Federal de Estados Unidos quien establecería la política monetaria y su derivada, la cambiaria; que no se tendría la posibilidad de acudir a una devaluación para mantener la competitividad de las exportaciones, en caso de shocks externos. Estas serían las principales argumentaciones de quienes se oponen a la dolarización.

¿Quién tiene razón?, la verdad es que ambos bandos hilan fino y sus razonamientos son de peso y habría que analizarlos a profundidad, considerando la coyuntura económica por la que atraviesa el país, sin dejar de considerar en el largo plazo las consecuencias que ello traerá para todos. Mientras tanto que se haya permitido que la Ford venda sus vehículos en dólares, que los trabajadores de dicha ensambladora pretendan, con alguna razón, que les paguen sus salarios en moneda americana, que los profesores de las universidades reclamen que sus sueldos se dolaricen y que en sólo una semana el paralelo haya pasado de 300 a 400, indica realidades que no se pueden soslayar.


Miguel Méndez Rodulfo

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