Por Benigno
Alarcon, 07/05/2015
Hoy, la continuidad del proyecto
oficialista dejó de ser viable políticamente, razón por la cual la tendencia al
deterioro de su legitimidad es ya indetenible. Si el gobierno gana las
elecciones, así sea por un margen muy estrecho, el gobierno buscará su estabilización
mediante su autocratización, lo que reducirá de manera significativa cualquier
posibilidad de un cambio en el poder por la vía electoral. Pero de perderse la
elección dos cosas pueden suceder…
Hoy en día
todos los estudios, incluido los de nuestro Centro de Estudios Políticos, dan
una ventaja significativa a la oposición sobre el gobierno de cara a una
próxima elección legislativa, cuya fecha aún desconocemos. De mantenerse esta
tendencia la oposición tendría, por primera vez en 16 años, la oportunidad de
lograr un triunfo aplastante sobre el oficialismo.
El fin de
semana pasado asistí al XXVIII Seminario Anual del Grupo Jirahara, un esfuerzo
especialmente meritorio de sus organizadores en un país en el que casi nada
supera sus primeros años. En este seminario se habló, entre otras cosas, de los
escenarios políticos, y una pregunta recurrente fue: ¿Y si perdemos?, a la que
la respuesta resultaba fácil por obvia después de muchos procesos previos que
la contestan: Pues seguimos adelante como hasta ahora hemos hecho. Pero por el
contrario, la pregunta que a mi más me preocupa es: ¿Y si ganamos?
Esta pregunta,
aunque podría parecer necia, no lo es por dos razones. La primera es el hecho
de que Venezuela es gobernada hoy en día por un régimen autoritario de
naturaleza híbrida que ha venido utilizando los mecanismos electorales para
alcanzar y mantenerse en el poder. Como suele suceder, la legitimidad electoral
no es para siempre y hoy las elecciones representan más bien es un riesgo para
el mantenimiento del poder porque se perdieron las ventajas competitivas que
otorgaban la confluencia de un líder carismático como Chávez y el inmenso flujo
de recursos que un barril a más de 100 hacía posible para el sostenimiento de
una inmensa red clientelar. Lo segundo es el hecho de que si bien ningún
autoritarismo tiene vocación alternativa, al contrario de las democracias, para
los actores principales del gobierno venezolano el mantener el poder es ya un
asunto de supervivencia ante el temor de que su pérdida pueda traducirse no
sólo en la salida de un cargo, sino en costos mucho más elevados que pueden
implicar investigaciones sobre el origen de la fortuna personal acumulada
durante años en el ejercicio público, la responsabilidad por decisiones tomadas
desde sus cargos, juicios y persecución internacional por corrupción y
violaciones a los derechos humanos, que además tienen jurisdicción
internacional y jamás prescriben.
Todo régimen
híbrido, como el de Venezuela, al enfrentarse a la coyuntura en la que la
pérdida del poder es una posibilidad real, se ve obligado a resolver el dilema
entre los costos potenciales de tolerar un posible triunfo de la oposición y la
pérdida parcial o total del poder, y los de mantenerse en el poder por
mecanismos distintos a la legitimación electoral, lo que puede implicar el uso
de la fuerza con consecuencias en pérdidas económicas y, en ocasiones, hasta en
vidas humanas. El régimen venezolano, ante un balance con enormes costos de
tolerancia o salida del poder y costos moderados de represión, sobre todo a
partir de la desmovilización de la protesta social a partir del 2014, ha dado
señales evidentes de estar involucionando hacia una mayor autocratización, en
un intento por estabilizarse y hacerse menos dependiente de la base electoral
que durante los primeros años constituyeron el fundamento real de su poder.
Ante este
escenario, que se percibe desde el poder como de inmensos costos de tolerancia
tanto para el gobierno como para la Fuerza Armada, y de aun bajos costos de
represión, gracias a la desmovilización social que se mantiene como
consecuencia de una represión que, más que por efectiva por visible, ha tenido
un importante efecto disuasivo, cabe preguntarse cómo podría jugar el gobierno
en el tablero de esta próxima elección. En este sentido, las estrategias del
gobierno podrían dividirse en tres categorizas:
- Estrategias para intentar ganar la elección
- Estrategias para postergar la elección
- Estrategias para reducir los costos de perder la elección
1. Estrategias
para ganar la elección
Siendo el caso
que al día de hoy esto luce como una posibilidad remota para el gobierno, es
fácil suponer que entre los esfuerzos de éste existe el de un monitoreo
constante de las variables que pueden significar un cambio de escenario que
permitiese su triunfo, al tiempo que se diseñan con anticipación estrategias
alternativas para postergar la elección o reducir los costos de una posible
derrota.
Al día de hoy,
lo que hemos visto es el desarrollo de algunas jugadas orientadas a tratar de
ganar las elecciones que se focalizan en:
- La activación de la base electoral oficialista: Para ello se trabaja en imágenes y mensajes que tratan de recuperar y posiciones la identidad y lealtad chavista, al tiempo que se intenta cohesionar a los menos identificados con el gobierno en base a la confrontación y el miedo a los adversarios internos y externos del proceso y de la Patria, y la generación de una mitología sobre las terribles consecuencias de un triunfo de la oposición, a los fines de intentar una nueva re-polarización. En este estrategia, las elecciones primarias del PSUV jugarán un rol importante para identificar los niveles de lealtad y ajustar la maquinaria oficialista en cada circuito electoral.
- La abstención de la oposición: Las estrategias orientadas a lograr este objetivo se basan, entre otras maniobras, en dos mecanismos principales, el miedo y la desesperanza. El miedo a votar por la oposición se explota desde la creación de una mitología sobre la inexistencia del secreto del voto, que se alimenta con mensajes como: Sabemos como votas, la campaña “Deja tu huella” del CNE, y los ojos de Chávez, detrás de lo cual se insinúan las consecuencias individuales de votar en contra del gobierno en un país donde la comida, las medicinas, la educación, el trabajo, entre muchas otras cosas, dependen de la mano “generosa” del gobierno. En relación a la desesperanza, el gobierno, mediante el uso de su enorme maquinaria comunicacional trata de inocular el desaliento hacia un votante de oposición que no cree que, aún siendo mayoría, el gobierno pueda ser desplazado. Lamentablemente, a estas alturas, la oposición perdió una muy buena oportunidad para activar la movilización de su voto mediante la celebración de unas primarias exitosas que ahora solo servirán para que el gobierno aproveche los contrastes en la movilización y participación de unos y otros. Afortunadamente, aún es posible que la distancia entre primarias y elecciones atenúe el efecto que ello tendrá sobre el ánimo del electorado.
- Una tercera estrategia, no excluyente de las anteriores, pero menos atractiva, sería la inhabilitación de algunos candidatos y partidos en fechas cercanas a la elección legislativa, lo que hace siempre difícil y conflictivo sus reemplazo desde la oposición, pero genera también el riesgo para el gobierno de que el voto se consolide en torno a sus reemplazos opositores, tal como sucedió en el caso de la inhabilitación de los alcaldes Scarano y Ceballos en el 2014.
- Una última estrategia a la vista que puede terminar teniendo un efecto más determinante en el resultado final de la elección es el de la diversificación del voto opositor. Una tendencia presente que está siendo identificada por todos los estudios de opinión pública es la despolarización y la desafiliación política lo cual, en una elección que, como la legislativa, se disputa no a nivel nacional, sino a nivel local entre candidatos múltiples y poco conocidos por la mayoría de los electores puede introducir importantes variaciones en los resultados esperados. Si bien es cierto que este proceso electoral nos llega en medio de una coyuntura muy desfavorable para el gobierno, en la intención del voto opuesto al gobierno duplica el que se manifiesta a su favor, el voto opositor puede dispersarse entre múltiples alternativas que tratarán de capitalizar el hecho de que el país no se encuentra polarizado entre dos tendencias, chavismo y anti-chavismo, sino en al menos tres grupos, entre los cuales el tercero, o sea aquellos que no simpatizan con el gobierno ni con la oposición viene creciendo gracias a la desafiliación que se viene produciendo de entre las filas de ambos polos, aunque de manera mucho mas importante del lado oficialista. Si a este tercer polo se le pone hoy a escoger entre oficialismo (o madurismo) y oposición, no hay mucha duda de que la balanza se inclinaría favorablemente hacia la oposición, como voto castigo a la mala gestión del gobierno. Pero esta ventaja, hoy significativamente amplia, puede reducirse de manera importante en la medida que se le ofrece a este tercer grupo, que preferiría algo distinto al gobierno y a la oposición, alternativas que hagan mayor resonancia con su posición critica hacia los extremos. Es así como resulta fácil anticiparse a que el CNE facilitará la ampliación de la oferta electoral a fin de reducir el número de electores que, habiendo retirado su apoyo al oficialismo, materializarían su descontento votando por la oposición.
A estas
estrategias, obviamente, hay que sumar todas aquellas que ya forman parte del
repertorio electoral tradicional del ventajismo oficialista, tales como el
control cada vez más estricto sobre los medios de comunicación, el uso de
recursos públicos, el abuso de las cadenas presidenciales, la presión sobre
empleados públicos y cualquier beneficiario del gobierno, la compra de votos,
la movilización forzada y el mal llamado “voto asistido”, entre otras malas
prácticas que nos son excluyentes sino complementarias de las anteriores.
2. Estrategias
para postergar la elección
Estamos entre
quienes pensamos, aunque muchos lo consideran imposible, que la suspensión
temporal de las elecciones en espera de un momento mejor, tal como hizo Chávez
con el referéndum revocatorio del 2003, perdón del 2004, es una alternativa
altamente probable si después de monitorear la evolución de las preferencias no
se evidencia una reversión significativa de las actuales tendencias.
Si bien es
cierto que la suspensión temporal de elecciones seria una clara muestra de
debilidad con altos costos políticos para el gobierno, la realidad es que apostar
en una elección con todos los números en contra es una jugada de mayor riesgo y
costo que su suspensión.
A tal fin, lo
que si resulta esencial para reducir los costos de una suspensión de
elecciones, es la justificación de tal decisión. En este sentido, no deja de
llamar la atención que el Consejo Nacional Electoral, quizás en base a la
probabilidad de este escenario, ha preferido no convocar a la elección, lo cual
hace mucho más fácil, “por ahora”, la postergación de un evento que, a los
fines legales, no ha sido aún convocado.
En cuanto a la
justificación, ponga el lector su imaginación a volar y se encontrará con que
aquí caben desde los magnicidios frustrados hasta atentados construidos para
perseguir a la oposición o culpar a otros países, pasando por escenarios más
realistas y menos complicados, como el de dejar que la crisis continúe su rumbo
y haga su trabajo, a fin de que con los primeros hechos de violencia,
consecuencia común de las situaciones de supervivencia, se generen las razones
que permitirán justificar la adopción de medidas especiales y la suspensión de
garantías, y con ello del proceso electoral hasta lograr la normalización de
las condiciones, lo cual usted y yo sabemos que no se logrará en sesenta días.
3. Estrategias
para reducir los costos de perder la elección
Finalmente, y
no por coincidencia lo mencionamos de último, quedan aquellas estrategias que
permitirían el gobierno reducir el costo de perder la elección. Colocamos éstas
de último por ser ellas las que implican mayor incertidumbre para quienes
ocupan hoy el poder.
Como decíamos
anteriormente, la próxima elección no es simplemente una elección legislativa,
que ya sería muy importante en condiciones normales, sino mucho más. La
elección legislativa, junto a la muerte de Chávez, pueden constituirse en los
dos puntos de inflexión y quiebre mas importantes de este proceso y en el
inicio de una nueva etapa que dará como resultado final la evolución hacia una
nueva democracia o la involución hacia un autoritarismo hegemónico, con lo que
ello implica.
Hoy, la
continuidad del proyecto oficialista dejó de ser viable políticamente, razón
por la cual la tendencia al deterioro de su legitimidad es ya indetenible. Si
el gobierno gana las elecciones, así sea por un margen muy estrecho, el
gobierno buscará su estabilización mediante su autocratización, lo que reducirá
de manera significativa cualquier posibilidad de un cambio en el poder por la
vía electoral. Pero de perderse la elección dos cosas pueden suceder, una,
sobre la cual escribiéremos en detalle en un próximo articulo es el
desconocimiento de los resultados reales y la imposición por la fuerza de un
resultados oficial. La segunda es la aceptación del resultado asumiendo el
riesgo de sus potenciales consecuencias, entre las que estarían la aceleración
de la deserción entre sus aliados, partidarios y electores más leales y la
necesaria apertura para el gobierno de un espacio para negociar el cambio
político.
Es predecible
que de aceptarse el resultado de una derrota, el gobierno intentará, en un
primer momento minimizar el efecto de la pérdida de la Asamblea, bien sea
generando instituciones paralelas que le sirvan de contrapeso, o
atrincherándose en otras existentes, como el Tribunal Supremo de Justicia, a
fin de neutralizar sus decisiones. Si bien esto puede poner algunos obstáculos
en el camino de la oposición hacia el poder, es también predecible que el peso
político de una derrota no será ignorado por los actores esenciales que
sostienen al régimen en el poder, y es muy probable que esa reducción de costos
de una derrota comience a canalizarse en la búsqueda de acuerdos entre aquellos
actores en cuyas manos esta la posibilidad de facilitar un cambio político, siempre
y cuando los costos de tales cambios sean tolerables para estos últimos.
Y como se nos
terminó el espacio hace ya un rato, veamos en nuestra próxima columna lo que
hemos llamado el dilema del prisionero en la acción colectiva, y cómo ello
determinará la suerte de la próxima elección.
Feliz fin de
semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico