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domingo, 1 de marzo de 2015

Cuaresma: ¿sacrificio o compasión fraterna?, por @rafluciani

RAFAEL LUCIANI sábado 28 de febrero de 2015

Vivimos en una época compleja. El incremento de la violencia social, política y cultural no contribuye a la comprensión de la fuerza que tiene la compasión fraterna en la transformación de nuestras vidas y la liberación de todo aquello que nos impide promover relaciones humanizadoras, como la justicia social y los derechos humanos.

En las palabras de Jesús encontramos dos claves que nos pueden ayudar a vivir este tiempo desde la compasión fraterna. La primera clave consiste enreconocer que estamos agobiados y agotados físicamente, que necesitamos ayuda: "venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar" (Mt 11,28). El descanso que Jesús ofrece se inicia en la entrega al otro, al ponernos en movimiento hacia él. La segunda clave consiste en el reposo mental que produce vivir así, acogiendo al otro, reconociéndolo y procurando la reconciliación: "hallaréis descanso para vuestras vidas aprended de mí" (Mt 11,29). No se trata de tener actitudes pasivas, sino de superar el miedo a encontrarnos. Lograr tener una mente abierta cuesta más que todos los sacrificios que podamos hacer.

Recordemos que la espiritualidad cristiana no se basa en el rigorismo casuístico de la moral retributiva donde lo importante es el cumplimiento religioso mediante la participación en los ritos, el rezo de las devociones y la puesta en práctica de los mandamientos. La espiritualidad cristiana crece desde la práctica cotidiana de la fraternidad, que nos hace dolientes y solidarios antes que indolentes e indiferentes.

Por eso, Jesús propone otro camino que sigue encontrando mucha resistencia hoy en día: "...aprended lo que significa: 'misericordia quiero y no sacrificios', porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mt 9,13). La misericordia es la relación por excelencia que nos asemeja a Dios. La expresión latina miserere se traduce al español como compasión y habla del modo cómo Dios se revela: "compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad" (Ex 34,6 8). Es un Dios que "no pide sacrificios" (Sal 50) "ni se enoja" con el pecador. Al actuar así, Dios nos desarma porque no estamos acostumbrados al perdón. Nos muestra que sí es posible vivir con espíritu fraterno, si reconocemos en el otro a un tesoro, a un bien preciado que nunca ha de ser tratado como objeto de dádivas o enemigo (Mt 23,8).

Jesús se acercaba diariamente a los excluidos y enfermos, a las víctimas del rechazo social, político o religioso, y lo hacía en un contexto sociopolíticamente convulsionado. Los abrazaba, miraba y tocaba para reconciliarnos consigo mismos y con los demás, y así enseñarles que sí era posible vivir de otro modo, sin exclusión ni imposición, porque Dios estaba con ellos, las víctimas, y nunca del lado del victimario (Sal 145, Sal 146). Quien vive así nunca privatiza la religión ni absolutiza la política. Entiende que "amar a Dios con todo el corazóny con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y los sacrificios" (Mc 12,32-34).

RAFAEL LUCIANI
Doctor en Teología 
rlteologiahoy@gmail.com

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