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domingo, 7 de diciembre de 2014

El adviento y la fraternidad perdida, por @rafluciani

RAFAEL LUCIANI sábado 6 de diciembre de 2014

Hemos comenzado el adviento y muchos nos podemos preguntar qué implica para un país fracturado, moral y económicamente, como el nuestro. Veamos algunas consideraciones. Muchos entienden que lo religioso está en referencia a un rigorismo casuístico, a una moral retributiva donde lo importante es el cumplimiento de ritos y el rezo de devociones diarias. Una religión así termina privatizando la experiencia religiosa y genera un peso insoportable en las conciencias de muchos a los que se les juzga de no ser fieles a Dios y se les califica como pecadores. El adviento nos ayuda a reflexionar el modo cómo vemos al otro, cómo lo calificamos, si lo estamos excluyendo y alejando, o por el contrario incluyendo y acercando.

En ese contexto Jesús dice: "...aprended lo que significa: 'misericordia quiero y no sacrificios', porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mt 9,13). Y lo hace más explícito al afirmar que "las prostitutas entrarán en el reino antes que muchos religiosos" (Mt 21,31). La misericordia es la relación humana por excelencia que nos asemeja a lo divino. La expresión latina miserere se traduce al español como compasión y habla del modo como Dios se revela: "compasivo", "lento para la ira" y "abundante en verdad" (Ex 34,6 8; Sal 50).

A veces llevamos una vida sobrecargada de insatisfacción, amargura, envidia y avaricia. No nos damos cuenta de que vamos caminando cansados y deshumanizando a todo el que nos encontramos a nuestro alrededor. En adviento recordamos a un Dios que no pone cargas, a diferencia de tantos líderes que hacen la vida difícil de llevar. La propuesta de Jesús es muy humana: "Venid a mí, todos los que estáis cansados, y yo os haré descansar" (Mt 11,28-29).

Jesús se acercaba diariamente a los que en su ambiente otros calificaban como pecadores. Los abrazaba, miraba, tocaba, reconciliaba consigo mismos y con los demás. Les enseñaba que sí era posible vivir fraternalmente, que Dios estaba con ellos sin pedirles nada a cambio. En Jesús, Dios espera por nuestra reconciliación social (Sal 145, Sal 146). Pero Jesús es claro y advierte que quienes se piensan a sí mismos justos y hablan con la soberbia de creerse maestros de los demás (Mt 3,9), serán precisamente los que "recibirían mayor rechazo" (Mc 12,38-40).

El adviento nos coloca ante el reto de discernir la reconciliación social del país. Es un tiempo para construir esperanza y no para sentarnos a esperar; para aprender a relacionarnos los unos a los otros sin descargarnos mutuamente, sin deshumanizarnos ni maltratarnos, como ya es normal. Significa recordar el llamado que Juan hace en el Jordán a los líderes de su época a revisar las políticas públicas y las actitudes personales para que no sigan generando más cargas diarias al pueblo (Mc 1,1-8).

Religiosamente, el adviento nos recuerda que "amar a Dios con todo el corazón", no se da sin el "amor al prójimo como a uno mismo". Y esta relación "vale más que todos los sacrificios", más que todas las ideologías y creencias, porque es la única relación que salva al fraternizar nuestras vidas.

RAFAEL LUCIANI
Doctor en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani

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