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domingo, 5 de octubre de 2014

Reconciliar desde la justicia, por @felixpalazzi

FÉLIX PALAZZI sábado 4 de octubre de 2014

No cabe duda que vivimos tiempos difíciles. La esperanza en una época menos conflictiva parece desvanecerse. Los conflictos en Medio Oriente evidencian la cara más cruda y cruel del odio que se expresa en el fundamentalismo; pero nuestra realidad, aún no siendo tan dramática, no deja de ser menos compleja. Ante esta situación resulta paradójico que un cierto número de venezolanos equiparen, con nostalgia y cierta minusvalía, los acontecimientos sociales vividos en Hong Kong, como si las circunstancias fuesen idénticas o como si existiesen recetas a aplicar ante una determinada situación. En fin, como si el esfuerzo, el empeño y el costo de nuestra sociedad ha sido menor al de otras que legítimamente luchan por sus derechos civiles.

La imagen manipulada de una sociedad dividida en buenos y malos no sólo ofrece una falsa comprensión del día a día sino que se funda en la más nefasta ideología que busca ganar o mantener cuotas de poder a costa de cualquier precio. Así se ha instaurado, evocado y hasta justificado el uso de la violencia que se configura como la forma ritual del poder. Desmontar la lógica del poder requiere renunciar a la dinámica de la violencia que coloca al otro como un adversario y no lo reconoce en su identidad. Desmontar la lógica del poder es colocar el poder al servicio del otro. Si no sirve imparcialmente, el poder acaba desvirtuándose en principios mezquinos, particulares y sectarios, y su único fruto es irremediablemente la violencia.

La justicia en estos días es fácilmente confundida con la venganza. Parece entenderse que aplicar justicia es aislar al máximo los derechos del otro. Cuando la justicia y la ley se colocan al servicio de la lógica de la violencia éstas pierden estabilidad y autoridad moral. Por otra parte, reducir la justicia a la simple función de aplicar sanciones según la interpretación arbitraria de las leyes puede ser causa de grandes y profundas desigualdades e injusticias. La finalidad de la justicia no es únicamente el otorgar a cada quien lo que le corresponde, sino también el restablecer las relaciones entre las partes en conflicto. La ausencia de esta dimensión reconciliadora y sanadora que posee la justicia permite que ésta sea fácilmente analogada a la venganza y la represalia. Es un equívoco común con consecuencias nefastas separar ambas dimensiones de la justicia.

Recuerda Santo Tomás: "La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción" (Catena Aurea, vol. I, p. 247).

De modo tal que también hay justicia cuando desde la misericordia y el perdón se busca sanar, reconciliar y restablecer las relaciones entre las partes en conflicto. Recordaba Juan Pablo II: "el compromiso a favor de la justicia debe estar íntimamente unido con el compromiso a favor de la paz". Si queremos construir la paz tan deseada, ésta debe ser el horizonte que permita abrir paso a la justicia en el restablecimiento de una sana relación que fomente la convivencia y la reconciliación.


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