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martes, 5 de agosto de 2014

Vivir en un paréntesis, @Golcar1


Por Golcar Rojas, 04/08/2014

Hace 16 años en Venezuela se abrió un paréntesis. Muchos apoyaron, muchos celebraron, muchos se pusieron a la orden del nuevo gobierno para colaborar en la recuperación del país y la profundización de la democracia. Tendremos una democracia participativa y no solo representativa como hasta ahora. Otros estábamos recelosos, desconfiábamos de un gobierno en manos de militares golpistas. Unos y otros, en todo caso, creímos que se trataría de un paréntesis de cinco años. Ese paréntesis duraría lo que duraba un período presidencial, a lo sumo.

Pasó el tiempo. Vino la constituyente. Empezaron los desencuentros y las desilusiones. El régimen empezaba a mostrar el tramojo pero aún había fiesta de triunfo en muchos sectores. La esperanza del cambio no se desvanecía. El paréntesis seguía abierto.
Se empezaron a crear argucias legales para afianzar el régimen en el poder. A vuelo de pájaro creo recordar que una decisión del Tribunal Supremo de Justicia determinó que el período presidencial no debía terminar cuando le correspondía
No obstante, muchos insistían en que ya estaba por cerrarse ese paréntesis. Al régimen le queda poco. Está “débil, asustado y acorralado” por eso actúa como actúa. De allí tanto desafuero. La procrastinación nos invadía.
Llegó el 2002, un paro general de actividades pondría cierre al paréntesis. El país no aguanta más. Llegaba el fin de unos funestos años. Ningún gobierno podría sostenerse con cientos de miles de personas en la calle y toda la actividad productiva, incluyendo la principal fuente de divisas, la industria petrolera, exigiendo su salida. El paréntesis estaba por cerrarse. Es sólo cuestión de aguantar un poco.

Llegó el golpe de Estado. La confusión. La supuesta renuncia. La entronización de Carmona Estanga. La supresión de todos los poderes. La persecución de algunos. La huída de otros. La muerte de muchos. Cerrar el paréntesis traía consecuencias.
De pronto. Unas negociaciones. Unos hechos que aún no quedan claros. La carta de renuncia no era tal. “La cual aceptó” ya no fue más. El retorno fantasmagórico a media noche del tirano depuesto. El paréntesis seguía abierto.
20 mil trabajadores de la petrolera quedaron sin trabajo de un pitazo, literalmente. Hasta de sus viviendas los sacaron. Los persiguieron para que no encontraran trabajo en otros sitios. Muchos se fueron del país. Otros lograron montar negocios. Algunos empezaron a hacer comida para vender. No había por qué asustarse. El paréntesis algún día se cerraría y regresarían todos a sus puestos de trabajo para reconstruir la industria que estaba en el suelo. Serán recibidos como héroes y su sacrificio recompensado, cuando el paréntesis se cierre. La industria y el país no aguantarían muchos años en esas manos inexpertas.

Vino el cierre de RCTV que para muchos sería la guinda. Si se atrevían a ir contra el más viejo y popular canal de televisión, el paréntesis se cerraría definitivamente. Lo cerraron. “Un amigo es para siempre”. Miles de personas quedaron sin trabajo pero tranquilos, eso sería por poco tiempo. RCTV más temprano que tarde regresará. El paréntesis estaba próximo a cerrarse.

Tuvimos elecciones de diputados en 2005. La línea de la oposición fue abstenerse de participar. Eso es una pantomima. No vamos a convalidar al régimen en una Asamblea Nacional. Si no hay representantes de la mitad del país opositora en esa Asamblea todas sus acciones serán ilegítimas e ilegales y el mundo la desconocerá… El paréntesis tendría que cerrarse forzosamente ante un régimen ilegítimo donde la oposición no tendría  voz ni representación.

Televisión y Televen empezaron a bailar al son que sonaba en Miraflores. De un plumazo cerraron más de 30 emisoras de radio. Pero no había de qué preocuparse. Eso no sería para siempre. Lo que vivía el país no era más que un paréntesis.

Cerraron miles de empresas e industrias. El país se deterioraba a toda prisa. Cada vez se producía menos. No había inversión en infraestructuras. Venezuela se sumía en la oscuridad por falta de inversión en el sector de la electricidad. La población crecía, se triplicaba y la infraestructura de Venezuela no le seguía el ritmo. No se invertía, no se crecía en servicios al ritmo que lo exigía el crecimiento poblacional. El parque automotor se triplicó y las vías seguían siendo las mismas y sin mantenimiento. El colapso se hacía inminente. La delincuencia, el narcotráfico, la corrupción, la entrega de las FAN, de ministerios, de la nación a manos cubanas era intolerable. La palabra “pran” se hizo familiar y el secuestro y el sicariato cotidianos en cualquier ciudad. La inflación no tiene límite ni control. El país se rebelaría en cualquier momento para cerrar este oprobioso paréntesis de nuestra historia. No se podía humillar tanto al “bravo pueblo”.
Cada nueva elección se nos decía que ahora sí llegaba el fin. El paréntesis a puntico de cerrarse. Metieron presos a muchos por órdenes dadas en cadenas de radio y televisión. Murió Franklin Brito reclamando justicia. Todo signos de que el régimen estaba por caer.
Sin apenas darnos cuenta y sin reaccionar nos vimos haciendo cola. Tres, cuatro horas de cola para comprar alimentos básicos cuando hay y racionados. Largas colas para la gasolina, para el gas. El número de cédula paso a ser el control del racionamiento. Los anaqueles de los supermercados se vaciaron. No hay. No hay. No hay.  NO HAY. Ni azúcar, ni aceite, ni harina de maíz, ni harina de trigo, ni jabón de baño, ni detergente para lavar ropa, ni afeitadoras, ni pañales, ni papel tualé, ni medicinas, ni insumos médicos en hospitales, ni cauchos para vehículos, ni baterías… En cualquier porche de vivienda una ponen una mesa con los productos inexistentes en loa supermercados a cuatro veces su precio sin que haya autoridad que lo evite y sancione. En muchos sitios el mercado negro es controlado y cuidado por policías y militares.
El exilio se volvió sino y signo de la venezolanidad actual. Las familias se desmembraron. Las despedidas de ojos salobres nos marcan a diario. Ayer un hijo, hoy un hermano, mañana un amigo. Venezuela pasó de ser hogar de acogida de inmigrantes a regalarle sus hijos al mundo. Se cuentan por miles los venezolanos que se han ido procurando el futuro, el bienestar y la tranquilidad que les niega hoy su país natal. Se van con la expectativa de un posible futuro retorno, cuando el paréntesis se cierre…
Ese paréntesis abierto se hace eterno e invivible, pero se sobrevive en la esperanza de que un día habrá de cerrarse. Esto no lo aguanta nadie. Esto es insoportable. Sigue la procrastinación.
Y llegó el cáncer. La enfermedad nos salvaría. La parca se encargaría de hacer lo que los venezolanos no pudimos o no quisimos. La muerte nos cerraría el paréntesis.
Murió.
Cual monarca, dejó un sucesor. Al que menos esperábamos. Al menos preparado. Por quien nadie daba medio. Quién definitivamente cerraría el paréntesis porque ni hablar sabe. Imposible que con semejante currículum y falta de preparación el país vote por él. Las elecciones pondrían fin al paréntesis y punto final al desastre.

El sucesor ganó las elecciones. No durará 6 meses. Imposible que semejante personaje gobierne al pueblo “que el yugo lanzó”. No creo que a este le aguanten lo que le aguantaron al difunto. Pasaron los meses. Llegaron las guarimbas. Llegó el diálogo. Llegó #lasalida. Pasó un año.

Ya no quedan medios de comunicación independientes más allá de El Nacional y uno que otro programa de radio. Globovisión, Últimas Noticias y El Universal más tardaron en decir que no cambiarían su línea editorial que en incumplir su palabra. La censura es el pan de cada día. Los diarios han reducido sus páginas gracias a la falta de papel y divisas para importarlo. Otros han cerrado.
El régimen está débil. Está acorralado. Se siente débil y por eso hace lo que hace. Están raspando la olla porque se saben fuera. El país no aguanta más. La procrastinación se perpetúa. El paréntesis sigue abierto…


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