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jueves, 14 de agosto de 2014

La muerte de Cheverito y otras malas nuevas, Vladimiro Mujica


Por Vladimiro Mujica, 14/08/2014

Andrés Izarra, ministro del Poder Popular para el Turismo, debe estar lamentando a estas alturas el haberse presentado como uno de los “mejores amigos y el inspirador” de la historia del personaje del comic revolucionario Cheverito. Información ésta que se hace constar en los créditos del suplemento con las aventuras del joven y su mascota Eco. Uno, porque ya se estableció que existió en la propaganda cubana un abuelo de Cheverito, otro jovencito feliz con su camarita en la mano, imagen del INIT insular, lo cual da al traste con la pretensión de atribuirse creación alguna, y otra porque con muy justificadas razones Cheverito se convirtió en el centro de una implacable operación de chacota en las redes sociales que terminó con la cancelación de la cuenta en Twitter de CheveritoTours.

A pesar de su lustre en las redes sociales, el fiasco de Cheverito simplemente se suma a una larga lista de iniciativas sociales, económicas y políticas que han fracasado o languidecen en el amplio cajón de promesas incumplidas de la mal llamada revolución bolivariana. Lo que hace de Cheverito algo especialmente indignante es el elemento de burla obscena y cínica que supone la introducción de un comic representado por un joven bien parecido, y mejor apertrechado con cámara, tableta, jeep y dinero para boletos aéreos y otros lujos como montar a caballo, que se pasea inocente y feliz en un país donde tan sólo salir a la calle es un riesgo considerable y en el cual muy poca gente cuenta con los recursos ni tan siquiera para turismo interno. La pregunta es entonces: ¿De quién se burla, señor ministro? Pero sería injusto concentrar las críticas en un fracaso y una burla específicos en una gestión de gobierno en la cual abundan los ejemplos. Que la revolución chavista ha malogrado su presunta intención de traer felicidad al pueblo venezolano es una verdad demasiado protuberante, inclusive para los chavistas a quienes cada vez les resulta más difícil ocultar el descontento en el seno de sus propias filas.

La traición a la esperanza de cambio que alguna vez llevó a Chávez al poder ya se ha consumado sin retorno y en este momento simplemente asistimos a los intentos desesperados de un régimen por mantenerse a flote recurriendo a cualquier herramienta, incluyendo la represión para acallar las protestas.

La burla al pueblo venezolano con el malhadado caso de Cheverito, palidece al lado de lo que parece estarse tramando para restituir el flujo de capitales a la revolución. Todo parece indicar que nos encontramos a las puertas de otro atentado monumental contra las posibilidades de desarrollo de Venezuela, esta vez en la concreción de lo anunciado en la defección de los ex ministros Giordani y Navarro: la entrega del país a las garras del capitalismo salvaje y el sistema financiero internacional sin ningún propósito de estimular el desarrollo. Se van acumulando indicios, en medio de una oscurana informativa deliberada, de que la hipoteca de la nación que ya se realizó a través de las operaciones de venta de crudo a futuro con los chinos, se va a ampliar mediante la venta de importantes activos petroleros como Citgo.

Mientras los jerarcas de la revolución pactan con quien sea necesario pactar para restituir la botija de recursos que se despilfarró durante quince años, la vida de los venezolanos se hace cada vez más precaria. Bajo otras condiciones las medidas económicas respecto al aumento de la gasolina y la paridad cambiaria que ha asomado el gobierno de modo extraordinariamente confuso, serían temas de indispensable discusión. Pero desafortunadamente ninguna de estas medidas contribuirá a aliviar la paradoja de un país que nada en riqueza y se muere en pobreza, ante la mirada incrédula de propios y extraños.

Lo que parece volar por la cabeza de la oligarquía chavista es un sueño de capitalismo comunista inspirado en China.

Dos palabras que parecían contradictorias pero que han encontrado una síntesis en la milenaria cultura oriental al precio de mantener un control total sobre la disidencia política y de ejercer prácticas profundamente antidemocráticas. Ello explicaría, si existiese alguna explicación racional en todo esto, porqué el gobierno discute una apertura al gran capital internacional al tiempo que mantiene un férreo control sobre el sistema de justicia, la represión y la confiscación de las instituciones del país. Como se diría en el nuevo slang chinolano de la tragicomedia nacional: Chevelito, pues.

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