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sábado, 2 de agosto de 2014

Gracias, Holanda, por Gustavo Yepes


Por Gustavo Yepes, 01/08/2014

Desde hace mucho tiempo he soñado con conocer Holanda. En realidad no tengo un motivo contundente, pero siempre he tenido una visión romántica de ese país. De hecho “Conocer Holanda” es uno de los ítems de mi lista de “Cosas que me faltan por hacer”. Y sigue estando en la lista, sólo que ahora, en lugar de estar allí esperando su turno, está rudamente tachado y con una enorme “X” a su derecha.

Esa es una cara de la moneda. La otra, es que, debo admitirlo, hoy tengo varias cosas que agradecerle a Holanda. Yo tenía algunas sospechas, quizás por mi acostumbrada ingenuidad, pero hoy, gracias a Holanda, estoy clarito, como decimos en criollo.

En primer lugar, he podido reafirmar que la tan cacareada solidaridad internacional es una entelequia. Si un país que yo creía serio, es capaz de ceder al chantaje y darle tal espaldarazo al abominable delito del narcotráfico, mal podemos pensar que algún país va a salir a ayudarnos o a abogar por nosotros a cambio de nada. En consecuencia, nuestra lucha es de nosotros. O la asumimos, o terminamos de caer en el profundo pozo que el barbudo tirano del Caribe nos cavó con infinita paciencia. De ahora en adelante, no creo en la solidaridad internacional hasta que me demuestren lo contrario.

También he comprobado que estos tipos son de verdad poderosos. No son ningunos improvisados, y saben usar el oro negro como una eficaz moneda de chantaje. Cuando les toca defenderse, lo hacen a capa y espada, sin escatimar gastos ni esfuerzos y lo logran. En el caso que nos ocupa, la república bolivariana pudo más que el Tío Sam, y eso no es una menudencia.

Por otra parte, hoy estoy convencido de que una de las armas más poderosas que están usando contra nosotros es la impunidad. El mensaje está claro. Igual respaldan al pez gordo acusado de narcotraficante y violador de los derechos humanos, que al delincuente, civil o uniformado, que nos roba, nos secuestra o nos mata todos los días. La impunidad ha sido el arma más eficaz para implementar la filosofía del odio inspirada por el criminal aquel que entregó su vida en la selva boliviana y que ahora nos venden como modelo del “hombre nuevo”. Como hoy en día se considera de mal gusto poner a un ser humano frente a un paredón de fusilamiento, ellos estimulan, arman, apoyan y protegen a quienes salen a cumplir el mismo objetivo, con métodos más sutiles, pero igual de efectivos.

También he dejado de creer en los de uniforme y me perdonan si hay alguno que se sienta ofendido., porque el que calla otorga y no veo como alguien que se considere digno puede avalar tal grado de corrupción de sus colegas. Mantengo la esperanza de que algún día deba arrepentirme de lo que acabo de escribir, pero las esperanzas cada vez son más vagas.

En fin, Holanda me sacudió, me despertó, y aspiro a que la oposición venezolana, nuestros líderes, también despierten y se den cuenta de cuál es la lucha verdadera. Aquellos que siguen esperando por un CNE equilibrado o por el rescate de los poderes usando las vías constitucionales que el régimen desprecia, seguirán dándose de cabeza contra los cabecillas de un estado forajido que no puede entregar el poder así como así, porque tienen demasiado que perder, y ellos lo saben. Yo quiero sugerirles, humildemente, que se pongan en sus zapatos. ¿Qué harían ustedes si fueran ellos? Cuando lo tengan claro, comiencen a desarrollar nuevas formas de lucha.

Gracias, Holanda, por tan valiosa lección.

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