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martes, 12 de agosto de 2014

DEL DICHO AL HECHO, por @AmericoMartin

Américo Martin 07 de agosto de 2014

I

La alternativa democrática y más allá, la ciudadanía normal, (la gente de la calle que va al mercado o deja correr los días) esa, que es inmensa mayoría en cualquier país, necesita biológicamente saber dos simples cosas:

La primera, que le expliquen cómo se puede superar la agobiante situación actual. Puede ser convencida que semejante posibilidad pasa por el cambio del actual gobierno, el fallido modelo que tantas promesas inútiles ha hecho. Puede sospechar incluso que se necesita una amplia unidad para lograr “la solución de fondo”, aunque subsistan las diferencias que separan a sus integrantes. Se entiende que en las presentes circunstancias lo que separa nunca será más importante que lo que une.

La mentada “solución de fondo” se reduce a alcanzar unidos un sistema de libertades con respeto a los derechos humanos, un sistema capaz de impulsar el desarrollo de Venezuela y de levantar drásticamente el nivel de vida de todos, comenzando por los más pobres.

La segunda es de cajón. Sí, pero… ¿qué hacer para obtener de veras ese esplendente desiderátum? ¿Cómo, mediante cuáles políticas lograrlo?

El qué hacer no es igual al cómo hacerlo. Yo observo que en el amasijo de ideas encontradas, fórmulas a ratos excluyentes, la oposición ha ido despejando la primera de esas cuestiones, vale decir: las medidas para democratizar la nación mediante la condición unitaria sin exclusiones.

El asunto sigue estando en el cómo. No hay acuerdo sobre el significado de la MUD. Es verdad que pierden terreno algunos intransigentes que piden expulsiones por doquier y juran que los líderes opositores, al “confabularse con el gobierno”, deberán seguir su suerte. Siguen con expresiones violentas pero la cuerda parece que se les acaba. La verdad es que los partidos y líderes reales, de carne y hueso, viejos y nuevos no comparten ese lenguaje. AD, Copei y Primero Justicia no observo yo que sigan agitando la idea de “deslindarse” de los llamados radicales, sacrificando la unidad de todos. María Corina(VV), Leopoldo López(VP), Carlos Berrizbeitia (PV) y otros sectores están más bien en modificar la estructura de la MUD en función de una mayor representatividad, pero sin romper con quienes no piensen en todo como ellos.

En suma, si el problema es ampliar la MUD (o como se decida llamarla) queda resolver la segunda parte del enigma, eso, el cómo hacerlo.

II

Alfredo Weil lleva la reforma democratizadora hasta sus últimas posibilidades. Si la MUD ha de ser un nivel direccional debe integrar a todas aquellas fuerzas que han mostrado suficiente músculo y son decisivas para organizar un país: sindicalistas, estudiantes, profesionales. La idea de Weil, como otras parecidas, resuelve la cuestión de la representatividad. Si todos están integrados orgánicamente a la estructura, ésta será incluyente, qué duda cabe. Es ideal que todos se sientan representados por haberse integrado al corazón del mecanismo. En ese sentido tienen razón Weil y los muchos que se han pronunciado en términos semejantes.

Pero hay dos principios en la testa de cualquier movimiento. El de representación y el de eficacia. Una organización que funcione con integración operativa de centenas de fuerzas será sin duda sumamente representativa pero convengamos que su eficacia estará en veremos. Baste imaginar una asamblea de cien o mil socios tomando decisiones ejecutivas, de exigencia diaria. Lo más probable es que las remitan a comisiones o que desde su instalación los retardos conspiren contra sus posibilidades, dados los exigentes escenarios que no esperan mucho.

No quiero ni pensar que cuando se elijan los delegados del movimiento estudiantil, o del sindical, o de los gremios, educadores,  todos sus grupos internos, que existen y compiten legítimamente, deseen asumir ellos la representación o no ser excluidos. Probablemente presionarían para que se amplíe más la MUD a fin de dar entrada a los certificados aspirantes.

III

No estoy en contra de integrar fuerzas en función de una mayor representatividad. Pero debería debatirse con urgencia la funcionalidad o eficacia del órgano que quiere reformarse. Así como está –es obvio- no puede asumir funciones rectoras en el terremoto social que está haciendo detonar el modelo impuesto por el comandante-presidente Chávez. Puesto que los sucesores del líder fenecido se empeñan en “profundizar” el complicado desastre que aquel sembrara, su margen para la rectificación es muy reducido, sus aperturas resultan tan limitadas que agudizan las contradicciones en el chavo-madurismo. Y lo peor: no compensarían el enorme sacrificio impuesto a los venezolanos con la esperanza de un severo viraje que podría colocarnos por lo menos en el nivel aceptable en que se encuentra la gran mayoría de los Estados latinoamericanos. Obsérvese: sin los inmensos recursos que ha malbaratado el sedicente gobierno bolivariano, pero sin sus pueriles ensayos revolucionarios inspirados en manuales socialistas de tercera mano.

Lo que ayuda al gobierno es que la alternativa democrática no aprecia con total convicción la fuerza de la unidad y cuando lo hace olvida que, dividida, pierden todos sus socios;  o se extravía en fórmulas perfectas que no parecen de fácil y pronta aplicación. No obstante éstas o cualesquiera otras deben ser resueltas cuanto antes. Hacer gargarismos interminables sobre la “verdadera” naturaleza de la unidad o sospechar noche y día acerca de las reales intenciones de los otros, puede dejar fuera de todo protagonismo a la alternativa democrática, que en este momento es más grande que la opción oficialista.

Y como en la política, al igual que en la atmósfera, no se mantienen los vacíos, lo que asoma el rostro es huracanado. Si de lo que hablamos es de política, piénsese en huracanes uniformados


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