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lunes, 18 de agosto de 2014

De la unidad a la división, por @AmericoMartin

AMÉRICO MARTÍN 16 de agosto de 2014

A mi amigo Vladimir Villegas

Mi columna de hoy trata de nuevo sobre la unidad. Es uno de los asuntos más debatidos en el país. En artículo publicado en El Nacional, Vladimir considera, con razón, que ambas aceras están afectadas por problemas de unidad-división, no obstante le falla algo la puntería cuando en ejercicio de comparaciones afirma que la desunión es más pronunciada en la alternativa democrática que en los predios oficialistas.

Es un error bastante extendido, que desestima un hecho fundamental: el concepto de unidad no significa lo misma para el gobierno que para la oposición y por lo tanto no son equiparables. Y es natural que así sea, para bien del país.

1 Creo esencial comenzar advirtiendo que mientras los problemas que afectan al bloque oficialista tienden a manifestarse en forma de rupturas, cismas, luchas pendénciales e incluso fraccionales, los que aluden a los movimientos democráticos más bien podrían considerarse "desacuerdos" más o menos amplios.

Sé que en este punto si no les da por arrojarme piedras, platos y ceniceros, algunos se librarán a comentarios risueños, del tipo de: "adórnala como quieras pero división es división. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda". O también: ¡se te quemaron los fusibles, amigo! "Desacuerdo, división": ¿qué más da? Al final se trata de separaciones, que es lo mismo. Pero yo insisto: no es igual ni sus consecuencias son similares.

Y es que el asunto no es como para despacharlo con un buen chiste. En el fondo encierra la enorme diferencia entre la visión democrática y la monocrática. Aquella es por esencia pluralista como lo es la sociedad venezolana en su conjunto, ésta es selectiva y excluyente conforme a un modelo basado en el exclusivo pensamiento socialista (siglo XXI, claro), el partido único (con sus inconformes aliados, por supuesto), el jefe único y la política rodeada de mitos intocables; propósito al que sirve la deificación del líder eterno, la gigantografía agobiante, la mirada que nos vigila desde todas las esquinas y la propensión totalitaria, con su brazo que se extiende a todos los lugares del territorio y de modo especial a los niveles preescolares.

2 Recuerda, Vladimir: si la democracia tiene su fuente en la convivencia civilizada de todas (todas, digo) las corrientes del pensamiento, el modelo que nos quiere socialistas al modo chavo-madurista no convive con iguales sino a lo sumo con sumisos. No soporta la disidencia, ni siquiera, como estamos viendo, la que brote en su propio jardín.

Navarro, castigado sin ser oído ni procesado por defender a Giordani, Vielma Mora, obligado a retractarse tras sugerir que no se maltratara a los estudiantes y se liberaran a Leopoldo y Simonovis. Resultó penoso escuchar su retractación. Sudoroso, balbuciente. Tuve un pálido recuerdo de las "autocríticas" de los líderes más cercanos al fallecido Lenin en los juicios estalinistas de 1936 al 39.

En el oficialismo el que piensa distinto desprende un aroma de traidor. ¿Y qué dejar a las corrientes opositoras de nuestro pentagrama político? ¡Sangre y fuego contra ellas! Son agentes del imperio, apátridas, magnicidas, golpistas. Es difícil imaginar que Maduro crea nada de eso y sin embargo dolorosamente marca el paso. Es un carrusel girando frente a cada infamia, que será sustituida por la que viene.

En régimen de modelo único el pluralismo es el enemigo. Si la revolución es monolítica, broncínea, "disentir" y "dividir" es lo mismo. Lo que es único, se divide porque la sociedad es variada. El miedo a disentir hace lo demás. Que acepten el alza de la gasolina es racional, pero que aplaudan a palma batiente y gritos desgarrados, es deplorable.

3 En cambio la unidad de la alternativa democrática jamás será monolítica. Sus componentes son fuerzas distintas. Entre ellas habrá desacuerdos, pero no división. Sólo se divide lo que es único, y como la oposición no es, ni quiere ser única, de lo que se trata es de llegar a acuerdos amplios o parciales.

Ahí está la ventaja del gobierno­, se me dirá ­"Ahí, está la ventaja de la oposición"­, respondo ¿Y por qué lo que en uno es ventaja en el otro sería desventaja? Porque la sociedad, cualquier sociedad, es plural, así la obliguen a enmascararse. La ventaja de la democracia es su representatividad. Canaliza ideas distintas que respeta en su individualidad. Una sola voluntad no recoge el interés colectivo. Sus logros serán escasos, limitados por imposición ideológica, represión de disidentes o atentados contra la Constitución.

La unidad de la monocracia se ata a una ideología excluyente y un jefe absoluto sacralizado y momificado si hubiera tiempo de embalsamarlo antes de la degradación de la carne. Esa unidad identifica las diferencias con herejías y las contradicciones con alevosías. Su estólida cohesión paga el costo de una precaria representatividad.

La unidad de la coalición pluralista es otra cosa. Filosofías diferentes, líderes propios, pierden diluyéndose en un solo grupo. Y eso, Vladimir, es lo que quizá trasuntan las laboriosas "encerronas" de la MUD. El equilibrio entre la unidad y la diferencia. Lo importante es que la unidad predomina.

Se derivan dos consecuencias: -Los componentes de la MUD ejecutan sus iniciativas; el todo es no desplegarlas contra la unidad. Si no fueran aprobadas, no importa. Las desarrollarán por sí mismas. Si una parte del PSUV hubiera convocado un Congreso de Ciudadanos habría sido divisionismo puro, Vladimir. En cambio la MUD no resultó afectada ni en un pelo.

-Proliferan líderes. ¿Eso complica los acuerdos electorales? Al contrario, los fortifica. Las unanimidades no aplican en la MUD. Chávez era candidato divinal y después lo fue su designado digital. Que surjan rivales de Maduro es la división del chavismo. En la MUD las presidenciales pasaron exitosamente por primarias.

Mao Zedom postuló una vez: ¡Que florezcan mil flores! ¡Que compitan cien escuelas filosóficas! ¡Qué bonito pontificaba antes de convertirse en un canalla!


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