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viernes, 4 de abril de 2014

Las tribulaciones de este largo 2014

Luis Pedro España Viernes, 4 de abril de 2014

En las actuales circunstancias las empresas del país tienen que estar permanentemente pendientes de su entorno.

Un entorno no sólo cambiante, sino casi impredecible y lleno de impactos, aunque no siempre desfavorables, sobre su dinámica interna.

Terminado este primer trimestre del año, y bajo una coyuntura que difícilmente pudo predecirse a finales del año pasado, hacer una revisión sobre cuáles son los asuntos que más deben preocupar a las empresas, nunca está de más. Tres cuestiones deben estar bajo la mira: El asunto de los dólares, la paz laboral y los problemas de cabildeo con el sector público.

Los dólares y los compromisos de las empresas

Es evidente que entramos en un contexto de caída de la actividad económica, pero más allá del natural impacto que la recesión y la caída del consumo tendrá sobre las ventas, e incluso en la reducción de márgenes de ganancia que las regulaciones (o más probablemente la autorregulación) impondrá a las empresas, el impacto sobre la actividad económica se concentra principalmente en la incertidumbre sobre el futuro de la propia actividad y la viabilidad incluso del negocio.

En el pasado los riesgos de dejar de operar en el país pasaban por los riesgos de nacionalización o expropiación de la actividad. En el presente, aun cuando ese riesgo se ha reducido, la incertidumbre tiene que ver con si es posible o no seguir operando. Ya no se trata de una inviabilidad producto de una decisión política, sino de las propias condiciones económicas.

Como ya lo han anunciado algunas empresas, las deudas que el sector público tiene con ellas (sea por proveedores, resultado de los montos no liquidados de divisas, o por lo que se les adeuda por dividendos), ha resultado en la práctica la imposición de un default selectivo, que en algunos casos está comprometiendo la operatividad de las empresas.

En un escenario como éste, pareciera que cada empresa debe evaluar su “pertinencia política”. Debe preguntarse qué tan costoso le sería al Gobierno que una determinada empresa deje de operar en Venezuela. Allí encontrará la respuesta a porqué le escuchan o, por el contrario, a qué debe tanta indiferencia oficial. La pertinencia política es una variable difícil de medir y mucho más de predecir. En principio todo aquello que el Estado crea que pueda hacer o producir, es candidato a ser prescindible y, por lo tanto, es posible que más temprano que tarde se prescinda de su operación, por medio del expediente de hacerle imposible su actividad, sea por la no liquidación de divisas, o simplemente no reconocerle sus las deudas con proveedores en el exterior.

Algunos consultores han señalado que la deuda total del sector público con el privado entre divisas aprobadas pero no liquidadas, deudas con proveedores, más la estimación de repatriaciones represadas, puede llegar a ser de más de 50 mil millones de dólares. Un monto muy alto, que si bien es comprensible que en modo alguno puede pagarse en el corto plazo, lo preocupante no es cuándo se pagará, sino incluso si tales deudas serán reconocidas. Declaraciones una revisión o cuestionamiento sobre la “legitimidad” de la totalidad de la deuda, en razón del uso y precio al que se vendieron los bienes importados con divisas oficiales, introduce un elemento de discrecionalidad basado en la retroactividad de los actuales o futuros controles planteados en el marco de la ley de precios justos.

La paz laboral comprometida

Como resulta fácil de anticipar, las empresas deberán estar preparadas para enfrentar presiones laborales relacionadas con la pérdida de poder de compra del salario. En ningún caso los trabajadores organizados solicitarán ajustes salariales inferiores a 50% y, en algunos casos, intentarán indizar el salario a la inflación del presente año, lo que podría llevar a expectativas de incrementos que alcancen o superen 100%.

El tema salarial no está reservado a la nómina cercana al salario mínimo, básico u obrero. El sector de los empleados y la gerencia alta y media también resentirán la pérdida de calidad de vida, no sólo producto del deterioro de la remuneración, sino con asuntos que generan mucha angustia como es el caso del desabastecimiento, la pérdida de oportunidad para el consumo de bienes semi-durables o de atractivo tecnológico (lo que será percibido como una nueva etapa en su progresiva caída en calidad de vida), más las naturales preocupaciones sobre el país y su futuro. A lo anterior hay que añadir los problemas de inseguridad pública, política y judicial, lo que va a incrementar el estrés laboral en todos los niveles de las empresas.

Selectividad de impactos por la discrecionalidad del sector público

Lo señalado hasta acá corresponde a lo que cabe esperar para el promedio de las empresas, pero evidentemente, y en un contexto de discrecionalidad creciente motivado por la pérdida de institucionalidad y por el tratamiento diferenciado y a conveniencia del sector público, será común que mientras unas empresas enfrenten dificultades e impactos negativos como los señalados, otras por el contrario, vean liquidadas sus solicitudes de divisas, cancelas sus deudas y logren aprobaciones de niveles de precios con la celeridad que otros sectores no obtienen.

La discrecionalidad del regulador se profundizará conforme la ineficiencia de los controles obligue a que estos se moderen a niveles, o por medios, que claramente contradicen lo que estipulan las inaplicables reglas. La laxitud de la aplicación de las reglas, “las vistas gordas” o la no supervisión de las autoridades regulatorias a ciertas empresas, será parte de la corrupción, el lobby oportuno o la necesidad política de que las empresas seleccionadas funcionen a como dé lugar.

El desarrollo de la capacidad de las empresas para interpretar su marco regulatorio y la posibilidad de incidir sobre él (capacidad de lobby) será, como normalmente lo es en regímenes discrecionales y desinstitucionalizado, como el nuestro, una ventaja comparativa con otras empresas y que en este año puede ser la diferencia entre un desempeño catastrófico o uno tolerable que permita la continuidad operativa, cuando no de exorbitantes beneficios, producto de las premuras y urgencias políticas de este complicado año.


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